Al escritor y pensador francés François Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, se le considera uno de los intelectuales más destacados de su siglo y, sobre todo, de los que más influjo han ejercido sobre el mundo moderno. Defendió y representó la Ilustración, el poder de la razón humana, el surgimiento del temperamento crítico, la lucha contra la superstición y el respeto hacia la humanidad.
Como escritor, tocó todos los géneros, que empleó como vehículo de sus ideas y principios: cientificismo, empirismo, tolerancia religiosa, mestizaje, antiesclavismo, antisemitismo, lucha contra todo tipo de fanatismos, etc. Según el momento político, sufrió cárcel y destierro o fue ensalzado y reverenciado por sus obras.
Pero, pese a su fama literaria, Voltaire vivió siempre de sus rentas. Era miembro de una familia noble y había heredado tierras. Se instaló en una amplia propiedad en Ferney, en Suiza, y allí ejerció de terrateniente, disfrutando de las rentas que le producían los arrendadores de sus campos. Además, había colocado parte de su fortuna en inversiones marítimas, que le dieron grandes beneficios debido al auge del comercio con América. Hizo también préstamos a diversos aristócratas y recibió pensiones de diversos monarcas con los que mantenía contacto epistolar. Fueron estas sumas y no los beneficios de sus escritos, las que le permitieron gozar de una existencia casi principesca.
Voltaire fue siempre combatido por los sectores tradicionalistas. Sus ataques a la religión católica (a la que consideraba responsable del atraso moral y científico de Occidente) le crearon muchos enemigos. Su nombre llegó a ser sinónimo de ‘diablo’ y de ‘ateo’.