Se trata de la casa donde reside Nora Helmer, la protagonista de la obra teatral Casa de muñecas, del noruego Henrik Ibsen, padre del drama realista moderno y antecedente del teatro sinbólico.
Nora es una pequeña burguesa a quien su amante esposo, Torvald, preserva caballerosamente de todo problema exterior, manteniéndola apartada de responsabilidades y de información. Ella vive en una agradable casa, con criados y todas las comodidades, dedicada únicamente a atender a sus hijos, a complacer a su marido y a supervisar las labores hogareñas. Es el ideal encarnado de una mujer de su tiempo. No se le pide ni se le permite que haga nada más. Torvald la trata como a una menor: la cuida sin respetarla, simbolizando así una sociedad en la que la mujer es un mero accesorio de placer.
Diversos sucesos argumentales abren los ojos a Nora sobre su situación. Ella recapacita y considera que su vida matrimonial no ha sido sino una farsa. Finalmente abandona el hogar conyugal, dando un portazo simbólico.
En la ‘casa de muñecas’ se debaten los papeles del hombre y la mujer en la sociedad moderna. Allí tiene lugar por primera vez la ruptura justificada del hasta entonces considerado sagrado vínculo matrimonial y se apunta el nacimiento del feminismo.
Desde su estreno (1879), la obra se convirtió en símbolo de la rebeldía de la mujer ante el dominio masculino, por lo cual fue motivo de escándalo y muchos sectores criticaron a Ibsen, opinando que atacaba los fundamentos de la familia.