No suelo frecuentar la crítica literaria. Pero si un amigo te regala un libro y, además, antes de que llegue a las estanterías de las librerías, lo menos que puedes hacer es leerlo. Si no te gusta, la cosa debe quedar en el agradecimiento personal. Pero si sucede lo contrario, que te encanta, hay que proclamarlo a los cuatro vientos, y más hoy en día que las redes han distraído al personal hasta el punto de hacerle olvidar el placer de la lectura, o, al menos, la lectura literaria, la que tiene sentido en sí misma, sin mayor -ni menor- beneficio que el puro placer de descubrir mundos reales o ficticios, trenzarlos con las palabras, imaginarlos, instalarse en ellos como espectador de primera fila y vivirlos con la pasión y el encanto que el autor sea capaz de transmitir en su discurso.
Si el autor, como es el caso, ha publicado ya más de 50 libros, de un altísimo nivel literario y, además, una buena parte de ellos incluidos en colecciones de humor (voy a citar solo ‘Grandes pelmazos de las letras universales’, ‘Historia estúpida de la Literatura’, ‘Jardiel: La risa inteligente’ y‘Español para andar porcasa’) y otros tantos en el apartado del ensayo (‘Diccionario de hinduismo’, ’Las diosas del hinduismo’, ‘Historia breve de la India’, o ‘La India en la literatura española’ y ‘Antología de la literatura clásica india’). Existen ya Razones suficientes para que uno se ponga ya en su favor porque, a priori, ya debe atribuírsele conocimientos suficientes acerca del mundo sobre el que escribe y, por otro, capacidad de reflexión, de autocrítica y de reírse primero de sí mismo y, a partir de ahí, del sursum corda, si llega el caso.
A estas alturas, creo que ya es hora de concretar el nombre del autor y el título del libro que queremos reseñar que, en esta ocasión, se trata de una novela (sí, esta vez no es un interesante y sesudo ensayo, ni un libro lleno de humor inteligente, como el que practicaba su abuelo, Enrique Jardiel Poncela…). El título de su recién salida novela es ‘Los dioses dormidos’ (Ediciones Kiwi, 2016). Y el autor es Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958), profesor, escritor y ensayista, además de dramaturgo, director de escena y actor, entre otras muchas cosas, que permiten decir de él que es un hombre intelectualmente inquieto y valiente. No es extraño porque Enrique es hijo de actores y es Doctor en Filología Hispánica por las universidades Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi y la Complutense de Madrid. Ha enseñado en universidades de España y del extranjero y en la actualidad vive en Madrid.
Exotismo y aventuras
Siempre he creído que, para decir que un libro -y en especial una novela- es digna de ser leída, tiene que superar la “prueba del 9 de la lectura”, que es tanto como decir que está en que sea capaz de enganchar al lector ya en las primeras líneas. Si el escritor no supera ese primer escollo ante el lector, ya no es digno de que este le preste mayor atención. Si está de acuerdo conmigo, y para que no tenga que hacer el esfuerzo de buscar esas líneas ni en la librería, ni en la red, aquí va el comienzo de ‘Los dioses dormidos’: “Los oscuros pies de Maya, adornados con rojos vegetales, giraban rápidamente sobre las alfombras de la sala del palacio. Los diminutos cascabeles de los tobillos seguían y marcaban el ritmo de los músicos. Todo su cuerpo se movía con precisión, en simétricas evoluciones, con fuerza y, a la vez, con elegancia. Sus ondulaciones recordaban la gracilidad de las gacelas. Era un espectáculo digno de ser contemplado. Sin embargo, el rey no la estaba mirando…”.
Una vez superado ese crítico trance de proseguir con su lectura, o despreciar título y autor, y lanzarse a la aventura de que algún otro título se ponga de nuevo a prueba, el lector da una segunda vuelta de tuerca al análisis del libro que tiene entre manos, decidido ya, no a que el autor capte su interés como en esas primeras líneas, sino que quede absolutamente atrapado en las primeras páginas del libro, en que ya debería quedar dibujado el espacio, el tiempo y los rasgos principales de lugares, época y personajes que van a transitar por él. Y Gallud Jardiel lo consigue (¡vaya si lo consigue…!) porque la historia que plantea traslada al lector a un mundo exótico, la India de hace unos siglos, con un conocimiento profundo de su historia, costumbres, dioses e idiosincrasia de sus personajes.
Y el mero enunciado en las páginas previas al libro, en las que el editor suele aprovechar para anunciar que cualquier parecido entre los héroes que aparecen y personajes reales o históricos son pura coincidencia-vamos, que el libro es de pura ficción-, no es razón suficiente para no ponderar como merece en el autor su conocimiento pormenorizado del terreno que pisa, del “lío” en el que se ha metido y, de paso, ha llevado consigo también al lector…
La síntesis de la obra da una idea fiel de que el lector va a vivir durante las horas que utilice para leer sus 256 páginas, una aventura llena de fascinación, intriga, secretos, luchas políticas, amor y celos, pero también de contrastes profundos entre diversas clases sociales, del ejercicio del poder en la antigua India, del papel que tienen los dioses en las vidas de sus habitantes, entre otros muchos asuntos que sorprenden y subyugan al lector. Más o menos, en ‘Los dioses dormidos’, el lector se va a adentrar en una aventura vital de una joven bailarina y cortesana del palacio del rey, a la que se le encomienda la tarea de seducir a un asceta que, con los poderes que ha adquirido mediante la meditación, es el único que puede realizar un ritual de sacrificio que salvará al reino de la hambruna y la sequía que lo azota ya desde hace unos años. Y, en medio de todo ello, habrá espacio también para el nacimiento, el desarrollo y la turbación que va a provocar en los personajes un amor a cuatro bandas, que aún hace más interesante esta exótica novela que nos transportará a un mundo en el que las bayaderas de la corte son instruidas en las artes amatorias y las diferencias entre hombres y mujeres marcarán el devenir de la historia.
Podría seguir aquí hablando y hablando de obra y autor y usted -legítimamente, por supuesto- podría seguir dudando de si cuanto digo es fruto de mi sincero parecer o consecuencia lógica de mi ya declarada amistad con el autor. Precisamente por eso mismo, prefiero dejar aquí terminada la reseña y, a partir de ahora, le corresponde a usted decidirse a acercarse a una librería y hojear un ejemplar (por cierto, estupendamente editado), o pedirlo a través de una de esas plataformas de venta de libros electrónicos, o e-books, en que también ha sido editado ‘Los dioses dormidos’, de Enrique Gallud Jardiel. Ya verá que nunca ha resultado más placentero, cómodo y barato, trasladarse tan lejos y tan cerca. Porque, en el fondo, allí suceden las mismas cosas que en todo el mundo, y en todas las épocas…