Tu libro Los dioses dormidos es un incesante trajín palaciego que reúne a los más diversos personajes que habitan el Palacio de Satyapur, antiguo reino de la India. ¿Qué encontrará el lector cuando lea la novela?
Se encontrará básicamente con una obra de amor, magia e intrigas palaciegas. Es un libro ágil, de lectura amena, lleno de elementos de interés de ésos que te hacen querer saber cómo sigue la historia y con un planteamiento moderno, pero que por otra parte incluye muchos de los elementos tradicionales que dan fuerza a este tipo de historias: enfrentamientos de personalidades, sacrificios por amistad, fuertes pasiones con su dosis de erotismo, celos, rivalidades, secretos, odios, venganzas, crímenes, milagros, aventuras, enamoramientos, todo ello ambientado en la exótica India del pasado, con abundantes referencias a esa cultura milenaria, a sus dioses y tradiciones, y salpicada de pequeñas historias y leyendas típicas que añaden variedad a la trama.
La publicar una novela feminista, hoy en día, es complejo. En este caso se aborda la situación de las mujeres en la India antigua. Maya, una bailarina de palacio, encarna la sensualidad y carácter de la mujer india y sobre ella se deposita la gran esperanza de seducir a un asceta para salvar el reino de la hambruna. ¿Cómo describirías el “viaje” de Maya en esa misión? ¿Qué descubre realmente?
La protagonista efectúa un viaje trascendental para ella y para todo el reino que resulta catártico. Llega a conocer el amor, el desamor y los más profundos secretos sobre sí misma y su origen. Pero, aparte de las peripecias y de la vida interior de Maya, la novela trata cuidadosamente el problema de la mujer y su situación en la sociedad india o en cualquier otra, de una manera alegórica. Pero lo que se cuenta no es privativo de la antigüedad, sino que se puede aplicar al momento presente. El injusto trato que la mujer recibía y recibe en muchos lugares es el origen del conflicto y determina el destino de los personajes. La novela defiende a la mujer, intenta reivindicar su valor en el mundo y ello se cristaliza en un sorprendente final, que entenderán que no voy a revelar aquí.
Más allá de las intrigas, la pasión y el romance, Los dioses dormidos escenifica las complicadas relaciones humanas que han existido siempre en torno al poder, encarnadas, sobre todo, en figuras como Akshay, consejero del rey –político racional- y Omnath, el sacerdote que se alza como un Maquiavelo sagrado. ¿Lo que está en juego, realmente, son dos sistemas de creencias enfrentados que determinarán el devenir de la historia?
Efectivamente. En todos los momentos se ha dado el conflicto entre progreso y reacción, entre la mentalidad científica y la supersticiosa. Varios de mis personajes se enfrentan entre sí defendiendo cada uno sus principios y la grandeza de ambos tiene como resultado unas escenas que inmodestamente creo que son de calidad y añaden mucha fuerza a la narración. Además, las luchas de poder en torno a un reino en dificultades y sin un liderazgo firme son siempre interesantes.
Los dioses dormidos puede ser leída como una novela de aprendizaje: una historia atrapante que, a la par, permite conocer, de una forma amena, la historia de la India. ¿Ese fue el propósito al escribir la novela o simplemente es muy difícil plantear una trama sobre la India sin explicar su complejo sistema de castas, divisiones, idiosincrasias y tradiciones?
Mi intención a la hora de escribir un libro no era contar la historia de la India de una manera novelada, sino todo lo contrario: se trata de una trama de pasiones humanas que, al estar ambientada en la India antigua, precisa de descripciones de aquella sociedad, sus costumbres y creencias. De hecho, aunque tales descripciones existen, he procurado hacerlas muy sintéticas para que no interfieran en el argumento y no rompan la rapidez del relato, en donde suceden muchas cosas. Pero el que quiera conocer esa sociedad quedará satisfecho, pues por el relato mismo, por la problemática de los personajes, por sus reacciones y su forma de expresarse se puede llegar a conocer el carácter indio.
Teniendo en cuenta que has vivido, trabajado, estudiado y escrito ensayos sobre la cultura india. ¿Por qué ahora te has decidido a publicar un libro histórico sobre el tema? ¿En este caso, qué te ha permitido la ficción que no te hayan permitido otros géneros?
Realmente no estamos hablando de una novela histórica, pues no hace referencia a ningún lugar ni momento concreto. Es una obra de pura ficción —incluso con elementos mágicos— ambientada en un entorno antiguo.
Cuando he escrito ensayos sobre mitología hindú o sobre literatura india he tenido que contar todo y justificarlo. En la novela, por el contrario, he podido elegir qué materiales emplear y modificarlos para que realzaran mi historia. La ficción, cuando tiene elementos de realismo mágico como en este caso, te permite una entera libertad: puedes dejar volar tu imaginación para encontrar elementos que hagan disfrutar al lector.
En Los dioses dormidos está muy presente (la historia, de algún modo, gira en tono a ello) el imaginario místico y fantástico de la India antigua. ¿Eso te ha “obligado” a elaborar un lenguaje “de época”, acorde con las creencias y las formas de ese momento en particular o por el contrario te ha dado más libertad creativa?
El lenguaje «de época» está muy modernizado; no he querido que en ningún momento la narración presentara dificultades de lectura o pareciera arcaica. Simplemente se utilizan las formas de expresión típicas de la India en lo que se refiere al respeto, las fórmulas de cortesía, etc. No ha sido en absoluto una traba, sino que me ha ayudado a entender a los personajes al considerar que hablarían de una forma determinada. La lengua hindi (que conozco bien, por haber vivido diecisiete años en la India) y sus particularidades me han ayudado a dar verosimilitud a los personajes y un sabor típicamente indio a los diálogos.
¿Por qué siguen fascinando tanto, teniendo en cuenta el éxito de tantas series comerciales, películas y libros que abordan las temáticas palaciegas?
La vida en una corte es una especie de sublimación de todos los estratos de la sociedad. No se trata únicamente de la curiosidad de cómo viven o cómo resuelven sus problemas los grandes y poderosos. Los personajes que aparecen en mi obra pueden considerarse símbolos de su estrato social: el político, el militar, la cortesana, el príncipe, el sacerdote. Son personalidades fuertes e intensas y de sus buenas o malas relaciones surge material literario de primera calidad. A la gente siempre le han gustado estas historias palaciegas; se harán mejor o peor, pero siempre tendrán sus seguidores.
Por otro lado, tú eres un escritor multifacético, una formación casi en extinción. Escribes ensayos académicos, greguerías, libros de humor, históricos, poemas…. y hace tiempo -en distintos encuentros que hemos tenido- que tenía ganas de preguntarte: ¿cuál es, realmente, el género que más te gusta escribir?
Mentiría si no dijera que disfruto más que nada escribiendo textos humorísticos, principalmente parodias literarias, porque ése sí es un campo que permite una completa libertad. Pero también lo he pasado muy bien con Los dioses dormidos, aunque no negaré que he sufrido con los sufrimientos que yo mismo he infligido a algunos de mis personajes. Es muy duro inventarte a alguien, hacerle hablar, sentir y relacionarse, contar cosas sobre él y luego, porque la acción lo requiere, matarle, por ejemplo. El personaje puede ser un malvado que merezca, pero no deja de ser un hijo mental tuyo, al que tienes aprecio. Y en cuanto a tus personajes favoritos por supuesto que es imposible no sufrir con ellos.
¿Deseas agregar algo más?
Simplemente podría añadir que considero que Los dioses dormidos es una obra honesta y directa. No ha sido un ejercicio literario hecho para demostrarme nada, sino que en todo momento he pensado en el lector y en su disfrute. Todas las aventuras por las que pasan mis personajes están medidas y controladas para que sean interesantes, para que agraden. para que no cansen. No he pretendido escribir la novela del siglo para mayor gloria mía, sino que modestamente he aplicado mis conocimientos literarios en lo referente a temas, estructura, personajes, diálogos, etc., para conseguir un producto satisfactorio que haga pasar unas horas de placer a los lectores.