Esta casa de ficción es más conocida por su habitante: Truman. Y es más que una casa, es toda una ciudad emplazada en una isla y conocida por el nombre de Seaheaven (“Cielo de mar”). Aparece en la película El show de Truman (1998), dirigida por Peter Weir y protagonizada por Jim Carrey y Ed Harris.
Todo lo que rodea a Truman —su casa, los alrededores, su lugar de trabajo— no es sino un inmenso decorado de televisión construido dentro de un domo, porque él es el protagonista de un reality show que dura desde que nació. Su vida se transmite en directo veinticuatro horas al día, sus supuestos parientes y amigos (de hecho toda la población de la ciudad) son actores y lo que le sucede está cuidadosamente planeado de antemano. Pero Truman lo ignora, no sabe que vive en un entorno controlado, en una falsa realidad construida para entretenimiento de los teleespectadores.
Seaheaven es la versión postmoderna de la típica ciudad idílica del Medio Oeste americano. Sugiere un entorno seguro, bello, cuidado y confortable. Un lugar del que no apetece marcharse. No hay pobres, no hay delincuentes, no hay gente de color, ni viejos ni feos. No hay diversidad cultural: la ciudad es un bastión de la uniformidad y un símbolo del Sueño Americano.
Este inmenso decorado es el resultado de una animación digital muy sofisticada, pero los efectos especiales son una herramienta para añadir realismo a Seaheaven. Su uso es imperceptible y se emplea para añadir detalles urbanos a ese universo paralelo en el que vive Truman.