Eva Martín: Munda, Leibros Editorial, 2019, 208 págs.
Estamos ante una novela que tiene todo aquello que una buena novela debe tener si pretende emocionar al lector: una trama perfectamente urdida, con puntos de giro bien dosificados; unos diálogos directos y sustanciales; un tono narrativo adecuado; descripciones pertinentes y bien dosificadas y, sobre todo, personajes que llegan a importarte, pasiones que podrías compartir, misterios e intrigas que despiertan tu curiosidad.
Y todo esto es así porque Eva Martín ha estado muy acertada a la hora de escoger el tema y los personajes sobre los que trabajar y hacer gala de sus grandes habilidades narrativas, que tenemos que reconocer. Nuestro siglo XIX, con todos sus momentos —gloriosos e infames— fue extremadamente convulso en lo político y lo social, pero quizá por eso mismo se convirtió en un gran tesoro de argumentos apasionantes de toda índole, quizá porque nuestra historia también ha sido apasionante. En esta cueva de Aladino de asuntos y personas hay depositadas ingentes cantidades de excelente material de ficción en espera de una pluma que les haga justicia. La autora ha bebido en las fuentes, se ha documentado con meticulosidad y ha acertado a poner hábilmente ante nuestra vista uno de los varios misterios que rodean al Palacio de Linares, hoy conocido como Casa de América y sito en el madrileño paseo de Recoletos, uno de los edificios de nuestra capital que cuenta con más historia. Y también con más leyenda.
Porque los marqueses de Linares y sus herederos y sucesores proporcionan materia sobrada para una apasionante historia en la que la realidad más dura se mezcla sutilmente con las más fantasmagóricas posibilidades. Pero no es nuestra intención descubrirle al lector los numerosos elementos de interés del relato, que prácticamente obligan a una lectura continuada.
Como elemento añadido a las peripecias de los protagonistas, el trasfondo político del momento y la relación de los personajes con palacio proveen a la novela de otro plano narrativo distinto, sirviendo a la vez como fehaciente documento histórico de unos años decisivos para nuestro país.
El estilo del libro es una prosa cuidada, correcta, interesante, muy bien dosificada y adecuada a la época. El equilibrio entre descripciones y diálogos es perfecto, algo mucho más difícil de lo que parece. Se lee con gran facilidad, lo que significa que se ha escrito con gran esfuerzo, pues no es sencillo conseguir un ritmo y una prosa fluida.
Eva Martín ha mostrado sobradamente sus dotes de escritora, se ha apuntado un triunfo y ha hecho un regalo al lector con esta novela, que no es un experimento moderno, sino una obra de las clásicas en el mejor sentido de la palabra —por tu tono, estructura e intención— y cuya lectura recomiendo a esos lectores que saben distinguir un buen libro con sólo leer algunos párrafos al azar.