‘Barraca’ es un vocablo prerromano que designa a una vivienda rústica, propia de las zonas de regadío de Valencia y Murcia. La palabra se ha popularizado por la novela del mismo nombre de Vicente Blasco Ibáñez y por el grupo de teatro universitario que dirigió Federico García Lorca.
La fertilidad de la huerta valenciana permite varias cosechas anuales y una explotación intensiva que necesita constante atención. Los labradores vivían al pie de su parcela y construían con los materiales próximos: cañas y barro. Éstas son las “barracas de huertanos”, para diferenciarlas de las “de pescadores” en las playas.
Su estructura apenas ha cambiado con el tiempo. Es de planta rectangular (unos 9 x 6 metros), de cubierta triangular con un marcado ángulo para desaguar las lluvias y con un caballete perpendicular a la fachada, que se haya en uno de los lados menores y que está orientada al mediodía. Una puerta en la fachada da a un corredor que la cruza y acaba en otra puerta, para facilitar el paso del aire. Este corredor sirve de cocina, estancia y almacén. La otra crujía incluye tres dormitorios. El desván, al que se accede por escalera de mano, se utilizaba para la crianza del gusano de seda.
Estas construcciones eran más lujosas en Valencia (donde el labrador era dueño de sus tierras) que en Murcia (donde era arrendatario). Con la pérdida de importancia del sector agrícola en la economía valenciana, el uso de las barracas ha disminuido bastante.