La controversia sobre la delgada línea que separa el humor del mal gusto, la irreverencia de la patochada y el sarcasmo de la violencia verbal no viene de ahora. Ahora hay quien pide –y consigue– penas de prisión para los autores de ciertos comentarios en las redes sociales, pero el asunto viene de antiguo. «Hoy Quevedo estaría en la cárcel», zanja Francisco Javier Rodríguez, promotor de la editorial malagueña Azimut, sobre el autor que protagoniza su último lanzamiento: Enrique Jardiel Poncela.
De Jardiel Poncela publica Azimut ‘El amor es un microbio’, una selección de textos breves que vieron la luz en la revista ‘Buen Humor’ entre 1923 y 1929. El volumen quiere reivindicar el lado romántico del escritor, frente a la fama de misógino ganada a pulso por él mismo a través de sus escritos. Sin ir más lejos, hay diversos ejemplos en el propio libro de Azimut: «El hombre piensa. La mujer da que pensar. El hombre ‘finge que engaña’. La mujer ‘engaña fingiendo’…», empieza el texto titulado ‘Diferencias esenciales entre el hombre y la mujer’.
En libro ofrece más perlas de este tipo en los aforismos («Cuando oigáis decir de una mujer que su marido no la comprende, es que os invita a que intentéis comprenderla vosotros») y en las piezas teatrales recogidas en ‘El amor es un microbio’. Pese a todo, Rodríguez replica: «Jardiel era un romántico empedernido, una persona muy enamoradiza, pero en sus escritos se protege con un lenguaje de mucha ironía. Se le ha achacado su misoginia y si lees los textos sin conocerlo puedes tener esa impresión; sin embargo, su vida sin las mujeres es inimaginable».
«Tienes que leerlo entero –sigue el editor en su alegato de defensa de Jardiel Poncela–, conocer al personaje en toda su dimensión y no quedarte con un sólo párrafo. Cuando tienes una visión más global, cuando tomas perspectiva y ves toda su producción y toda su vida te das cuenta de que Jardiel adoraba a las mujeres».
Una línea muy similar establece Enrique Gallud Jardiel, nieto del autor, en el prólogo de ‘El amor es un microbio’: «Del tratamiento peyorativo que da a algunos de sus personajes femeninos, críticos apresurados han deducido que menospreciaba a la mujer en general. En realidad, uno de sus famosos aforismos aclara su postura. Dice Jardiel: ‘Lo peor que hay en este mundo son las mujeres, si se exceptúa a los hombres’ (…) Puede ser desencanto, cinismo o simplemente broma, pero no deja traslucir el antifeminismo que se le ha achacado».
«Sin mujeres no sabría vivir».
El nieto del escritor cita una carta escrita por Jardiel, según relata su descendiente, «como terapia por consejo médico». En ella, el autor defiende: «No soy misógino. Sin la compañía, sin la presencia de las mujeres no sabría vivir; me gustan por encima de la salvación de mi alma». Jardiel dio cuenta de esa pulsión en una notable vida de mujeriego, también recogida en las páginas iniciales del libro.
Al cabo, Enrique Gallud Jardiel mantiene en esas mismas líneas una tesis apoyada en el texto más famoso de su abuelo: ‘Amor se escribe sin hache’: «Todas las cosas importantes de la vida se escriben con hache: los hijos, el honor, el humor, la higiene, la honradez, la hermosura, el hogar… la Humanidad. Pero el amor no tiene importancia ninguna y por eso se escribe sin hache. No debe tomarse en serio el amor. ‘Amor’ se escribe sin hache. Y hay que reírse de las cosas escritas sin hache».
‘Mujer’, por cierto, también se escribe sin hache.