Consagrado como novelista y dramaturgo en España, Enrique Jardiel Poncela recaló en 1933 en Hollywood, donde fue contratado por la productora Fox para que escribiera los guiones de las versiones en español de sus películas, y en esta faceta llegó a crear un nuevo género conocido como “celuloides rancios”.
“Pertenecía a una generación muy interesada por el cine, lo que se llamó la otra Generación del 27 para contraponerla al grupo de poetas, y el cine estaba muy en boga en aquellos años 20 y 30”, ha explicado hoy el escritor e investigador Enrique Gallud Jardiel, autor del libro El cine de Jardiel Poncela y nieto del escritor.
Todavía en España, había escrito la adaptación cinematográfica de la obra de Arniches Es mi hombre, y en 1933 fue invitado a Hollywood por la Fox, recomendado por su amigo José López Rubio.
“Escribió los diálogos y los guiones para el departamento de películas en español, en unos momentos en los que no existía el doblaje, sino que de día se rodaba en inglés y de noche entraban en los mismos decorados los actores hispanohablantes y se repetía en español”, señala Enrique Gallud.
La Fox, apunta, no quería “una mera traducción” y esperaba que estas versiones tuvieran “su propia personalidad, por lo que se cambiaban personajes y situaciones y hacía falta un guionista que lo reescribiera y fuera coherente”.
También llevó al cine su comedia Angelina o el honor de un brigadier y, pese a las reticencias de los productores de la Fox, la rodó en verso y fue “un éxito”.
Gallud Jardiel subraya que por encargo de la misma productora, creó un nuevo género, los llamados “celuloides rancios”, que consistían en “insertar comentarios humorísticos sobre películas mudas, preferiblemente muy dramáticas, parodiando lo que decían las imágenes”.
“Rentabilizó películas malas, dramáticas, mudas y que ya estaban en el olvido, por lo que la Fox ya no podía rentabilizarlas, y después fue muy imitado”, asegura el autor del libro, publicado por Ediciones Azimut.
En su etapa americana mantuvo amistad con Charles Chaplin, con quien cenaba habitualmente, y que mostró interés por ver “Angelina o el honor de un brigadier”, que alabó “por tener una manera distinta de humor a la que los estadounidenses estaban acostumbrados”.
Su faceta cinematográfica permite descubrir a un Jardiel Poncela “adaptable”, que tiene, según Enrique Gallud, “una visión clara” de que teatro y cine tienen “distintas formas literarias”, por lo que reescribe partes de “Angelina” en su adaptación, ya que “el ritmo cinematográfico impide por ejemplo filmar largos parlamentos”.
Pese a que en Hollywood “lo pasó muy bien en fiestas, mujeres y placeres”, la experiencia personal que sacó finalmente de esta etapa Jardiel Poncela fue, señala, “bastante negativa”.
“Obtuvo -añade- una visión negativa, no del glamour de las estrellas, sino de corrupción, de la relación de los estudios con la mafia, cómo los estudios podían cortar de raíz la carrera de un buen actor contratándole y no dejándole trabajar o cómo manipulaban los contenidos, y a los estadounidenses los veía como un pueblo inculto, gregario y muy primitivo, en el sentido de infantil y poco maduro”.