Enrique Gallud Jardiel, nieto de Jardiel Poncela, ha publicado recientemente una biografía de su abuelo que debería contribuir a un mayor conocimiento de la vida y la obra de un escritor singular e inclasificable. Jardiel Poncela fue uno de los escritores de los que oí hablar muy pronto. Mi madre, cuando yo era pequeña, me recitaba a menudo pasajes muy divertidos de Angelina o el honor de un brigadier y también recuerdo que uno de los primeros libros que adquirimos en el entonces incipiente Círculo de Lectores fue El libro del convaleciente. Más adelante escuché opiniones sobre Jardiel para todos los gustos.
Enrique Gallud nos acerca al hombre a través de una biografía no muy extensa pero sí sincera y profunda, cosa que no debe ser fácil cuando se escribe sobre un familiar tan directo. No debía ser fácil tampoco Jardiel, sus relaciones familiares fueron algo complicadas y también lo fueron las profesionales. Le tocó vivir tiempos convulsos y los humoristas desacomplejados e inteligentes solían recibir palos por todas partes. Como tanta buena gente no militante se alegró del final de la guerra y esos entusiasmos por una paz, fuese la que fuese, se confundieron con devociones franquistas las cuáles, si existieron, fueron más bien breves.
Es bien conocido el injusto abucheo con qué fue recibido en Uruguay, por parte de un público con un gran número de exiliados. Pero tampoco en España las cosas fueron sencillas y en ello incidieron celos profesionales, cosa habitual en todos los sectores. La segunda parte del libro entra a fondo en la obra del autor, impresionante por su diversidad y abundancia. Gallud nos ofrece un estudio literario que muestra el uso brillante de las figuras retóricas y de todos los recursos que una lengua en buenas manos, puede generar. Son de agradecer los fragmentos que aparecen en el libro, muy bien escogidos y que constituyen casi una verdadera antología jardeliana.
El escritor pertenecía a una familia interesada en la cultura: su madre fue una muy buena pintora, su padre fue matemático y latinista. Varios de sus descendientes se han dedicado a la literatura o al teatro, una de las pasiones del autor y género en el cual consiguió éxitos inolvidables, algunos de los cuáles se llevaron al cine. Cuesta hoy entender el relativo abandono en qué falleció, con unos pocos amigos y seguidores fieles al lado, además de la familia, pero después de traiciones y zancadillas diversas, pequeñas y grandes.
Jardiel Poncela influyó en muchos autores contemporáneos suyos y posteriores, aunque algunos de ellos no lo hayan querido reconocer. Una gran parte de los sectores intelectuales que señoreaban los sesenta lo ningunearon, no se le perdonó haber triunfado en la primera postguerra y la etiqueta de simpatizante del régimen continuó vigente. Es este un libro imprescindible tanto para los que ya conocemos a Jardiel, aunque no tanto como sería deseable, como para quienes buscan encontrar diversión asegurada y una gran fuente de inspiración en una literatura inteligente. Provocar la risa o la sonrisa es difícil y el humor verdadero, como el de Jardiel, ha de ser inteligente a la fuerza. La historia de este escritor es también una parte de nuestra historia y de la historia de unos tiempos difíciles en los cuáles a pesar de todo se reía también. Afortunadamente. Ojalá este libro tenga la difusión que merece, cosa que, en la actualidad, no es nada sencilla.