El maestro del humorismo español, Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), fue un madrileño cosmopolita y avanzado. Se definió como heredero directo del concepto de arte deshumanizado y distanciado preconizado por José Ortega y Gasset, así como de la lógica profunda y la incongruencia inteligente de Ramón Gómez de la Serna. Perteneció estilísticamente a la denominada “generación inverosímil” (la “otra” generación del 27). Fue iconoclasta, agresivo y crítico con muchas cosas, sin abandonar jamás ese individualismo esencial en todo artista verdadero.
Se inició como periodista, pero pronto se lanzó al terreno de la novela. Su éxito entre los lectores fue fulminante. No así entre los que detentaban el poder. Durante la República, sus novelas fueron prohibidas por ser “demasiado de derechas”. Años más tarde, el gobierno franquista las prohibiría asimismo por “demasiado izquierdistas”. Éste es el resultado de la independencia en opiniones y juicios.
Se dedicó entonces a la renovación del teatro de humor, lo que consiguió aportando nuevas fórmulas creativas y rompiendo con una tradición teatral sainetesca y redichista. Creó un humorismo eficaz, barroco, violento, algo incongruente –nunca absurdo– y, sobre todo, moderno, como lo demuestra su éxito actual. A partir de él surgieron infinidad de “jardielistas”: ningún comediógrafo español posterior a él es ajeno a su influjo.
Su inquietud creativa le llevó a experimentar con otras artes. En los EE.UU. escribió guiones cinematográficos y realizó en 1934 la primera película en verso de la historia del cine. Años más tarde desarrollaría el concepto de “celuloides cómicos”, comentarios humorísticos de películas mudas.
Inventó un teatro con escenario móvil, en el que se podían mostrar consecutivamente y sin interrupción más de treinta escenografías sin solución de continuidad, en un proyecto complejo para dotar al arte escénico de movilidad cinematográfica.
Murió en la pobreza, sin que la Sociedad de Autores le concediera un crédito y sin que nadie –salvo sus amigos– le ayudase. (En otro lugar, un autor de sus méritos habría estado pensionado por el gobierno.) Durante los últimos siete años de su vida sufrió de un cáncer de laringe, dato que mucha gente ignora (y que llevó a críticos mal informados a explicar de otras maneras su comportamiento pesimista en sus últimos tiempos.) Tenía multitud de proyectos artísticos que su carencia de salud le impidieron llevar a cabo.
Jardiel Poncela se sabía un renovador, pero nunca quiso pertenecer a la vanguardia oficial. No se adhirió a ningún manifiesto artístico colectivo, sino que mantuvo siempre un individualismo estético. Pero lo cierto es que perteneció de pleno a la vanguardia artística surgida tras la P.G.M. y ese avance sobre su tiempo es la clave del impacto que sigue produciendo su obra. En él se dan todas las características que definen a aquel vanguardismo: ruptura con el pasado, subversión expresiva, relación con las otras artes, internacionalismo, surrealismo, etc.
Nuestro autor centró sus esfuerzos en dos objetivos primordiales: la búsqueda de originalidad y la dignificación del humor. Esta originalidad es fruto de su inconformismo, que rompe con la rutina narrativa del XIX. Uno de los caminos por los que Jardiel llega a la deseada originalidad es el de la intelectualización de la lectura. Se asegura de que exista siempre un mensaje oculto en cada párrafo, una denuncia a la hipocresía reinante, una invitación continua a la reflexión sobre el mundo en el que nos ha tocado vivir. Y otro camino que elige hacia la innovación es el del neo-barroquismo expresivo, mediante los recursos de la acumulación y la exageración en situaciones, personajes, ambientación y elementos. Su estética es siempre rica y no teme distorsionar la realidad.
Todo lo apuntado antes tiene un objetivo muy preciso. Jardiel quiere reivindicar un género injustamente menospreciado. Trata de dignificar la intelectualidad del humor y especifica los puntos fundamentales de su visión del tema:
- El humor no es un aspecto de la literatura, no es un rasgo estilístico, sino un género literario de pleno derecho que podría definirse como la sublimación de lo cómico, como su superación histórica.
- Como tal género, no constituye un medio, sino un fin en sí mismo.
- La creación y apreciación del humor no son fáciles, exigen una privilegiada capacidad intelectual y una muy depurada sensibilidad.
- En el fondo de toda creación humorística debe subyacer un fondo inalterable de poesía y ensueño, que permita distorsionar la lógica de lo cotidiano.
Por su ingente obra, por la calidad de su producción, por su clara visión teórica del futuro de la literatura y por su contribución generosa a la dignificación del humor –la risa es lo más sano, lo más bueno, lo que más se parece a la felicidad–, Jardiel es un autor imprescindible.