Vaya por delante que no suelo hacer críticas literarias, cuando opino sobre algún libro suelo pasar por encima los detalles de lo que me gusta o lo que no me gusta para no influir en la opinión del lector, pero esta vez voy a hacer una excepción con “Historia estúpida de la literatura” de Enrique Gallud Jardiel.
Tengo que decir que a pesar del título, de estúpida no tiene nada, es más, hace tiempo que no encuentro un humor tan bien hilado, fino, disfrazado a veces de ingenuidad. Y es que en este país, donde se suele reducir el género a lo escatológico, al caca, culo, pedo, pis, se echaba en falta algo hecho con inteligencia.
Podríamos decir que en su obra no se salva ni el apuntador, sea poesía, novela o incluso zarzuelas, villancicos y talleres literarios, Gallud Jardiel sabe sacar la parte cómica de obras consideradas maestras y nos da una lección de ironía utilizando una lógica aplastante frente a la popularidad que todos aceptamos sin preguntas.
Os dejo algunas frases para que podáis comprobar con qué os podéis encontrar en este libro:
Tras desgranar y resumir una parte de La Soledad de Gongora haciendo que sea perfectamente comprensible hasta para un niño de seis años :
-Ahora, pensándolo con detenimiento, nos asalta la sospecha de que a Gongora le pagaban por palabras.
Describiendo la Zarzuela Katiuska:
-Una princesa rusa que desconoce su origen y trabaja de cantinera se enamora de un comisario comunista y le destroza la vida, porque el hombre acaba e Siberia por su culpa. Hay una versión light en la que ambos se escapan y una versión franquista en la que ella se enamora de un príncipe zarista.
El carácter Español a través de Gigantes y Cabezudos:
-El contenido conceptual no tiene desperdicio, y su visión de lo que es España resulta tan profunda y penetrante como un enema bien puesto.
-Krontz se presenta en el sitio indicado con una lata de atún en aceite, en la mano derecha. Este dato se incluye, obviamente, para dar al relato un elemento de cotidianeidad, rasgo habitual en Kafka.
-Ifigenia estuvo en Táuride, efectivamente, pero nadie sabe qué fue a hacer allí, porque, para enterarse, hay que haber leído la tragedia de Eurípides, cosa que nadie ha hecho.
En resumen, la recomiendo mucho, me he reído a carcajadas e incluso he llorado en algunas partes, de risa también.