No sabría decirles si estúpida es la Historia o estúpido es el libro. En todo caso una estupidez con gracia, con astucia. Una estupidez que en realidad no es estúpida, si no verdaderamente inteligente, brillante. No sé si me explico, o ustedes me entienden. Será más fácil que me comprendan si se animan a leer el libro. ¡Ojo! Que no seré yo quien les persuada para hacerlo. No quiero asumir responsabilidades, pues ¿qué podemos esperar de quien acusa al mismísimo Bécquer de copión o califica a Miguel de Cervantes de pelmazo y farragoso?
Historia estúpida de la literatura pretende un divertido recorrido por la literatura a base de poemas burlescos, falsas reseñas, burlas a las técnicas y talleres de literatura, y demás parodias. Todo en clave de humor.
Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958) con buen gusto y buen humor -el que le viene de familia- nos trae una obra para divertirse, distraer y agradar. Liviana y ágil, muy bien elaborada. En ningún caso la burla fácil. Argumentada y justificada en todo caso. A Gallud Jardiel tanto la literatura como el humor le llegaron por herencia. Es nieto del maestro Jardiel Poncela. Doctor en Filología Hispánica, ha impartido clases en universidades españolas y extranjeras. Habiendo publicado hasta la fecha más de 30 ensayos, se erige ahora “en denunciante de tópicos, destructor de mitos, azote de críticos y desmitificador de bodrios literarios”. Tras darse cuenta que todo conocimiento almacenado sobre autores, libros y movimientos “no sirve para nada”, ha decidido reírse de ellos.
Gallud Jardiel hace un concienzudo repaso a la literatura y sus protagonista. Lo que coloquialmente podemos conocer como ‘cantar las cuarenta’. Como ya les he adelantado, al mismísimo Cervantes al que dedica varias páginas en un análisis punto por punto. Posiblemente, muchos estarán de acuerdo. Dice:
¿Quién ha leído el Quijote? […] Y dicen que la Biblia no está para ser leída, sino para creer en ella. Algo así sucede con el Quijote, en cuya calidad creemos ciegamente, pero que no leemos.
También se atreve con los textos teatrales, aunque no desde la crítica, si no como investigador. Se jacta de ser el descubridor de la primera composición teatral en castellano: Los fueros de Jaca. El autor incluye dicho texto y además relata cómo fue comunicar al Ministerio de Cultura dicho hallazgo. Un pasaje de tantos que despertará la carcajada del lector. Tanto como ver al autor lanzar piedras de un tejado a otro. Si por un momento alardea del descubrimiento de una nueva composición, más tarde protesta por la aparición de un nuevo texto de Kafka.
Uno se supone que las cosas están en su sitio, que uno se conoce a sus clásicos y, de pronto, te obligan a leer cosas nuevas y a modificar tus juicios. ¡Ya podrían estarse quietos todos aquellos que se dedican a escudriñar en cajones y baúles polvorientos en busca de textos de esta clase! […] ¡Cuánto nos toca sufrir a los amargados que ejercemos el oficio de la crítica por ser incapaces de escribir nada por nosotros mismos!
Como decía, quizá les parezca una estupidez escribir un libro como éste. Pero no lo es en absoluto si se hace con buen gusto, impecable manejo del humor, ironía, sarcasmo… Lo burlesco es un arte. Aquí una muestra.
¡Cuánto nos toca sufrir a los amargados que ejercemos el oficio de la crítica por ser incapaces de escribir nada por nosotros mismos!