Vaya por delante, o por detrás, como prefieran, que no soy ningún crítico literario y ni siquiera poseo una gran cultura literaria aunque me guste leer y escribir. Últimamente leo más, pero de manera dispersa y algo anárquica, a veces por necesidad, otras por impulsos. Me sumerjo en lo que leo si el libro me interesa y dejo que me empape y vivo la vida que me transmite.
Los libros a veces llegan a mis manos sin que yo los haya buscado expresamente, otras me llaman ellos desde las estanterías o anaqueles de cualquier librería. El que ha ocupado mis últimos días de descanso llegó hasta mí en forma de estupendo regalo. He hablado algo de él aquí, se trata de una biografía de Jardiel Poncela escrita por alguien muy allegado a él.
Ha paseado conmigo, lo he leído en la cama, me ha acompañado en alguna sala de visitas o en otros lugares que no cito. Aunque lo podía haber leído de un tirón porque está escrito con el corazón y un conocimiento muy amplio y profundo del biografiado, he preferido tomármelo a sorbos. No está lleno de citas o glosas de lo que otros autores hayan escrito sobre él, pero si hay fragmentos de cartas, notas personales, comentarios familiares, recuerdos personales y sobre todo un conocimiento profundo de su vida , obra y casi pequeños milagros.
No pretendo con este primer comentario hacer ningún estudio del libro, sino que contaré la impresión general y muy personal que me ha producido su lectura. La biografía: “Enrique Jardiel Poncela: la ajetreada vida de un maestro del humor” es de muy fácil lectura porque está dotada de una escritura ágil, salpicada de anécdotas , de notas y, como no podía ser de otra manera, contagiada por el humor y el vitalismo del autor biografiado. Es como si Enrique Jardiel avanzara hacia el proscenio y un foco de luz de variados colores le iluminara mientras él mismo contara su soñada “Sinfonía en mi”. Poco a poco mientras va avanzando la historia de su vida su pequeña figura va adquiriendo la dimensión de un gigante . Va creciendo mientras cuenta anécdotas de la infancia, sus primeras lecturas, sus tempranos contactos con las rotativas, sus primeros escritos porque era algo que le divertía… “De suerte que le pagaban para que se divirtiera.”
He conocido su humor incisivo, a veces ácido, porque el humor nos inocuo, pero también tierno, y a veces agrio. Una corriente de humor inédito en nuestras letras , que nace con él y que otros tratarán de imitar, con desiguales resultados. Pero sobre todo me ha permitido convivir y conocer a un hombre genial en el más estricto sentido de la palabra, que supo vivir intensamente, un hombre de carne y hueso, con sus pasiones, sus humores , sus hallazgos, sus éxitos – muchos- sus fracasos y sus desengaños. Un hombre cercano, ‘à portée de la main’, un ser HUMANO.
Esta es la primera impresión global , apresurada, que la lectura de este libro ha producido en mí y que seguramente tendré ocasión de ampliar porque, aunque era ya un simpatizante de Jardiel, he pasado a la cofradía de los “jardielistas” y le seguiré frecuentando.
Gracias Enrique por este libro, que es un auténtico regalo.