«Contesta si te interesan seis meses de contrato, cien dólares semanales sin viajes». Este telegrama, enviado desde Hollywood en 1932 por José López Rubio, fue el origen de la poco conocida carrera cinematográfica de uno de los grandes nombres del teatro español del siglo XX, Enrique Jardiel Poncela. Su contestación fue tajante: «Con viajes pagados, desde luego; sin viajes, imposible». «No estaba atravesando una buena situación económica -explica Enrique Gallud Jardiel, uno de sus nietos-, y esa fue la única razón de que aceptara la oferta que le ofrecía la Fox a través de su amigo López Rubio. No viajó por afán de darse a conocer ni por ninguna otra razón más allá de la económica».
Enrique Gallud Jardiel es el autor del libro «El cine de Jardiel Poncela» (Azimut), que se une a otros suyos anteriores dedicados a estudiar la vida y la obra de su abuelo. Con este volumen, dice, quiere completar el panorama. «La labor cinematográfica de Jardiel está prácticamente olvidada, pero resulta muy destacada, aunque él no le diera ninguna importancia», explica. Lo ratifican las propias palabras del dramaturgo, que contestó así a una pregunta de Florentino Hernández Girbal en la revista «Cinegramas»: «¿Usted sentía deseos de hacer cine?» «En absoluto. Yo vi en perspectiva unos meses de alegres vacaciones, la oportunidad de conocer América ganándome, de paso, unos miles de dólares, y tomé el barco».
La Fox
Entre septiembre de 1932 y mayo de 1933, Jardiel Poncela trabajó en las versiones en castellano de las películas rodadas por la Fox con destino a su exportación a los países de habla hispana». De aquella época son «Seis horas de vida», «El beso redentor», «Primavera en otoño», «El rey de los gitanos», «Una viuda romántica», «El amor de una secretaria» y «Melodía prohibida».
En julio de 1935 Jardiel volvió a Hollywood y trabajó en tres películas más -«Asegure a su mujer», «Nada más que una mujer» y «Señora casada necesita marido»- antes de filmar la que Gallud califica como una de las grandes innovaciones del dramaturgo madrileño: «Angelina y el honor de un brigadier», basada en su propia obra de teatro. «Se trata de la primera película en verso -asegura-; y no volvió a hacerse otra, si no me equivoco, hasta “Cyrano de Bergerac”, en 1990».
«Angelina»
En la citada entrevista a Hernández Girbal, Jardiel explicaba así la génesis de esta película. «Cuando Rosita Díaz fue contratada para Hollywood por la Fox, aún no estaba elegido el argumento que habría de interpretar. Me preguntaron si yo tenía alguna cosa apropiada para ella, y contesté que no; jamás pensé en las posibilidades cinematográficas de esa comedia. Pero míster Moore, uno de los directivos del Estudio, que habla y lee español con bastante corrección, cogió entre el sin fin de publicaciones internacionales que se reciben en el departamento correspondiente un número de “La Farsa”, en el que se publicaba “Angelina”, y después de leerla me anunció que ése sería el primer film de Rosita. (…) Me dio amplia libertad de acción: “Usted hace la adaptación, elige los intérpretes, los decorados, los muebles, y lleva por entero la dirección artística. La parte técnica la llevará Louis King”».
Otra de las contribuciones de Jardiel Poncela al cine, explica su nieto, fueron los «celuloides rancios». «Se trataba de superponer con una voz en off diálogos cómicos sobre fotogramas de películas mudas melodramáticas, como «Los ex-presos y el expreso» (sobre «El asalto al tren expreso», de Lewis Seller). La serie de «celuloides rancios» (Movie Tin Types) la realizó Jardiel en 1933 en París, donde estuvo cerca de un año, contratado por míster Horen, director de la Fox en España. Jardiel se sentía especialmente satisfecho de este trabajo, que muchos imitarían posteriormente. En sus Obras completas, se quejaba amargamente de que no se reconociera su invención y que se hicieran «descaradas copias» de ella.
Chaplin
A pesar de que Jardiel Poncela restó importancia a su paso por Hollywood, lo cierto es que siguió vinculado al cine y que éste tuvo una gran influencia en su teatro, según Gallud: «Sus comedias tienen un ritmo muy cinematográfico». En Estados Unidos trabó amistad -después de que viera «Angelina»- con Charles Chaplin. «Le influyó muchísimo. De él sacó la idea de que para lograr una buena pelicula él había de ser su guionista, su productor, su director y su montador. Él decía que en el cine trabajaba mucha gente para lograr un producto mediocre».