Navegando con agilidad y lucidez entre la novela utópica y la narración del fin del mundo, tan de moda hoy día (¿no cierta fascinación por series como The Walking Dead y toda la temática que tienen a los zombis como protagonistas lo prueba?), El follón del fin del mundo, de Enrique Gallud Jardiel, es una farsa en la que el autor nos muestra qué pasaría si la población del mundo desapareciera a causa del coco del cólera. Pues bien, en lugar de leer una tragedia, que quizá esperaríamos, nos sumergimos en cambio en una galería arquetípica, ruidosa, de personas en quienes encontramos las mismas pasiones, los mismos anhelos de siempre, en fin, la misma locura que Erasmo nos había mostrado: locura es necedad, falta de razonamiento. Entonces, los sobrevivientes de la plaga: un científico, un decorador de interiores, un esquimal y un santo en continuo éxtasis, además de un perro, osos, pingüinos, y algunos otros, no son sino máscaras que siempre hemos sido y que parecen condenados a repetir por los siglos de los siglos esta catástrofe que se llama civilización.
Pero ya lo dijimos, estamos lejos de la tragedia; no se trata de denunciar los males que aquejan a la sociedad, mucho menos. Se trata, al leer el libro, de mirarse en el espejo para observar, y aceptar si se puede, lo básico que somos: si, como se dice, somos un ser social, la sociedad requiere de una organización, a su vez sustentada en esa misma locura que lleva al paroxismo este libro, o que simplemente muestra, tal cual somos.
Que no nos sorprenda entonces leer aquí una sociedad cuyos seres serviles son pingüinos y escalan posiciones en el Estado; tampoco, que haya una guerra contra osos, la cual pierden los humanos sobrevivientes a la plaga, ni, por último, que los mismos cocos que eliminaron a la población mundial dialoguen y pidan exilio. Lo sorprendente es que no estamos lejos de parecer leer un diario, escuchar la radio, mirar las noticias en internet o la televisión. En este escenario vemos repetirse la historia: desde la organización social democrática, socialista casi, utópica, repetida, hasta el reinado del terror, incluso llegando al enfrentamiento biológico. Luego, al final y como comienzo de una nueva época, todo derrota, vuelve la historia a la carga.
El follón del fin del mundo es una sátira, pero también una crítica a este empecinamiento del poder, es un claro ejemplo de una literatura fiel al ser humano: mirarlo como en verdad es. Su lectura es, aparte de gozosa y gustosa, estimulante para todos aquellos que piensan en el futuro como un lugar mejor. ¿En verdad lo será?