Cada uno de los tres dioses principales —Brahmâ, Vishnu y Shiva— está complementado y acompañado por otro femenino, la shakti («fuerza»). Es la energía activa de un dios, que le permite crear o mantener el universo y conceder gracias a los devotos. Se la considera, simbólicamente como la esposa del dios en cuestión, por lo que se aplica indistintamente a cualquiera de las diosas consortes.
Sarasvatî es la diosa de la sabiduría, las artes, la elocuencia, de la armonía, del lenguaje y de la ciencia. Es consorte de Brahmâ y madre de los Râga, genios musicales que presidían los sonidos. Su cabalgadura es Hamsa, un cisne. Aparece como una mujer joven y atractiva, siempre llevando un manuscrito de hojas de palma, símbolo de la protección que proporciona el saber, y una flor de loto. Se la presenta en brazos de su esposo, o sola, con una lira, muy cerca de unos libros.
Lakshmî es la diosa de la riqueza y del amor. Simboliza la abundancia y la prosperidad. Nació de la espuma del océano de leche, que había sido batido por los dioses y los demonios para conseguir el amrita. Es la esposa de Vishnu. Siempre aparece como una joven muy hermosa y seductora. Lleva una diadema en la cabeza, un niño en el halda y una flor de loto en la mano, así como una guirnalda de flores. De su mano extendida caen monedas de oro. Cuando Vishnu encarna entre los hombres, Lakshmî también encarna para acompañarle.
Pârvatî es la diosa de la fecundación, consorte de Shiva. Es el símbolo de la naturaleza femenina y del yoni o representación física del instrumento creador femenino. Como diosa fecundadora se la representa con bellas facciones de color blanco, con grandes ojos de loto, talle flexible, caderas abundantes y pechos redondos. Puede aparecer como combativa en su aspecto de Durgâ, con cuatro caras, cuatro brazos, con el lazo, el arco y el disco y aplastando a un demonio, e incluso totalmente terrorífica como Kâlî, bajo cuyo aspecto simboliza el poder destructor del tiempo. Aparece aquí con los ojos centelleantes, expresión maligna tez negra, dientes largos y salientes y cabellos irisados, entrelazados con culebras. Viste con una piel de tigre. Tiene tres ojos y pendientes hechos con conchas. Se la muestra con la lengua sacada, con la que recoge los sacrificios que se le hacen. A veces se la representa con cuatro brazos y diez piernas. Lleva un tridente o una espada en una mano y en otra, una cabeza humana cortada o una copa que contiene sangre. Su vehículo es un búho. A ella se hallan dedicados los cultos del Tantra de los que es diosa propiciadora.
El culto a estas diosas conecta con la antigua adoración de la madre tierra, como símbolo del poder generador y reproductor de la naturaleza. Pese al tópico, la mujer es grandemente respetada en la india en virtud de su propia femineidad y los dioses varones no están completos sin sus consortes, pues ambos principios son necesarios para el mantenimiento del universo. Lo particular de la India es su indiferencia ante la virginidad como virtud y su aprecio del poder reproductor. La palabra «madre» es como un título social y dota a la persona de un aura de poder, haciendo que se la respete en gran medida.