El caudal de obras que sigue surgiendo de la inagotable imaginación de Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958) se debe, no solo al insomnio que el mismo autor confiesa padecer sino, principalmente, a una capacidad innata para explorar el mundo del revés, que es la posición preferida de los humoristas.
Una de sus últimas obras, Peliculeces. Escritos de humor sobre el cine, de la editorial Éride, le debe mucho al ilustre abuelo del autor, Enrique Jardiel Poncela, que allá por los años 30 del siglo pasado puso la pica en Hollywood y esos años fecundos en la meca del cine sirvieron para enriquecer la visión y las dotes de un maestro del ingenio.
Enrique Gallud Jardiel comparte la misma vis cómica y la misma bilis del abuelo para analizar el Séptimo Arte con causticidad y unos anteojos especiales para descubrirnos la realidad oculta. Así, como todo el mundo sabe, por alguna ley no escrita, en el cine hollywoodiense el frigorífico del detective suele estar huérfano de alimentos y siempre le toca «atizarse un trago de leche inmunda y escupirla en seguida».
Como suele ser habitual en sus libros de humor, Enrique Gallud nos ofrece un menú variado, en el que no faltan la poesía satírica, semblanzas, sesudos disparates en forma de ensayos, consejos, reseñas y hasta hay espacio para el simpar Immanuel Kant y un encuentro con la Muerte (la de Bergman, con mayúsculas).
Un libro, en suma, en el que están muy presentes las prodigiosas mañas literarias de Jardiel Poncela, pero también se adivina el Woody Allen de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. Y por encima de todo, las buenas maneras de Enrique Gallud Jardiel, en esta ocasión, cámara al hombro y también oculto en pleno rodaje, para desvelarnos cosas que ni imaginamos.