Varios autores: Cuentos de la India, Arte y Literatura, Madrid, 1982, 562 págs. (Reseña)
Esta colección de cuentos que la Editorial Arte y Literatura nos presenta, es verdaderamente un proyecto ambicioso, que tenía que haberse llevado a cabo con anterioridad, para dar a conocer al lector hispano un buen número de autores indios actuales, prácticamente desconocidos fuera del país. Muy pocos son los escritores indios del siglo actual que han visto sus obras traducidas al español. Exceptuando a Mulk Raj Anand, a Raja Rao y a unos pocos más, cuyas obras, escritas originalmente en inglés, han sido traducidas sin dificultad, los demás autores de literaturas regionales no han tenido otros lectores que sus propios compatriotas. Es por esto por lo que hemos juzgado este libro como un proyecto ambicioso, que, además de ser una síntesis de las diversas literaturas vernáculas del país, es una antología de más de cincuenta autores de diferentes regiones que ven por primera vez sus obras traducidas al español.
El libro consta de 58 cuentos, agrupados según la lengua en que fueron escritos, lo que ayuda al lector a hacerse una idea precisa de las diferencias y particularidades de cada literatura. Sin embargo, todos los cuentos tienen una temática similar, una constante que aparece repetidamente, si no como protagonista, como trasfondo de la narración: la pobreza, las duras condiciones sociales de un país mermado por la miseria, la corrupción y un sistema tradicional de vida que agobia y oprime al individuo. Pocos cuentos se apartan de esta línea, y los que lo hacen, mezclan arbitrariamente en la trama unas pinceladas descriptivas que nos dicen que, aunque el autor se digne bromear, no deja de tener en cuenta los problemas sociales de su país. Esta aparición constante del tema de la pobreza y los conflictos sociales en el libro se debe en gran parte, creemos, a la selección de los editores.
En este grupo de cuentos, las narraciones en lengua hindi no son las de más calidad. La mayor parte de ellas se limita a exponer una situación de pobreza extrema, dejando el relato inacabado y sin conseguir emocionar al lector. El estilo es bastante sencillo y la mayoría está escrita en primera persona. En general, tienen mejores principios que finales. El único cuento digno de mención es el primero del libro: Cada día, de Aggyea, mal escrito como Alguei, en donde se refleja la monotonía de la existencia en un ambiente sofocante y opresivo. Otras narraciones, como El loro, de Sarveshvar Dayal Saksena, son nuevas disquisiciones sin base, hechas con cualquier pretexto, de una forma evidentemente forzada.
Entre los cuentos bengalíes merece destacarse Nuevas canciones, de Narayan Gangopaddhai, en donde se trata de la reaparición en gran escala de la lengua bengalí. Es la historia de un barquero que entona canciones en sánscrito o en urdu, según las circunstancias políticas por las que atraviesa su región, hasta que un grupo de jóvenes le contagia su optimismo, haciéndole sentir la fuerza y la potencialidad de la lengua bengalí, tenida hasta entonces como una lengua inferior. Orejudo, de Poroshuram, trata de la historia de un chivo que le hace la vida imposible a su dueño. Los otros dos cuentos, El tío Arjun (Ordzhún es el resultado de la transcripción rusa) y Respuesta a una pregunta de Bonophul y Noni Bhaumik, respectivamente, carecen de argumento y no tienen interés. La selección de cuentos bengalíes se aparta un tanto de la línea social y se caracteriza por su lenguaje ampuloso y elaborado.
La selección de narraciones en lengua urdu ha sido más afortunada, especialmente en lo que se refiere a los dos cuentos de Kurrat ul Am Haidar. El primero de ellos, El viaje inconcluso, relata de una manera breve y con un estilo de sorprendente fluidez, la historia de un joven estudiante alemán que recorre el mundo para conocer la vida plenamente. Al final, su cadáver es hallado en un campo de batalla del Viet Cong, mezclado con los cuerpos de los combatientes. La fotografía, del mismo autor, nos habla de lo efímero de los placeres mundanos, especialmente la fama y la gloria, que quedan destruidas por la acción del tiempo. Mi calle y El enfermero, los dos títulos de Krishan Chandar, el afamado escritor, se hallan a la altura de los ya mencionados.
Los cuentos en lengua panjabi que se presentan son, en su mayor parte, de escasa calidad. Salvo Señor juez, las pinzas, de Curvel Singh Pannu, y el famoso La luna en el pozo, de Kartar Singh Duggal, los demás son muy pobres de argumento y en ciertos casos adolecen de la falta de una claridad mínima, como sucede en el caso de Las siete maravillas del mundo, de Nautej Singh, cuento de estilo confuso y enrevesado que le impide al lector la comprensión del argumento. Señor juez, las pinzas es una graciosa sátira en la que un hábil abogado defiende con ingeniosos argumentos la acusación que se le ha hecho a su cliente, un médico borrachín que se ha dejado olvidadas las pinzas en el estómago de un paciente, en el transcurso de una operación. La luna en el pozo relata el suicidio de una muchacha ante la acusación que se hace a su honestidad, a sabiendas de que no es ella, sino su propia madre, la culpable del delito que se le imputa. Es un cuento lleno de pasión y emociones.
No merece la pena detenerse en los cuentos en lengua sindhi, puesto que los cuatro que esta colección incluye son de muy poca calidad; algunos de ellos, meras descripciones de elementos inconexos y sin relación entre sí, hechos con un estilo literario bastante deficiente.
La selección marathi es, sin duda, la más satisfactoria de todo el libro, pese a constar solamente de tres narraciones. Sin embargo, las tres son de elevada calidad. La clemencia del Señor, o cómo estar a bien con el jefe, de Purushottam Lakshman Deshpande, cuenta los sufrimientos de un humilde y contentadizo empleado que se ve elevado a la categoría de hombre de confianza de su jefe. Este honor le obliga a trabajar más horas que sus compañeros, a comprarle al jefe las hortalizas y a llevar a los hijos de éste al parque zoológico los domingos. El empleado suspira, anhelante, por un cambio de jefes en el negociado, que le permita volver a su antiguo puesto. El cartero descalzo de Vyankatesh Madgulkar relata cómo una niña coja ahorra para comprarle unas sandalias al cartero descalzo y cómo éste, tras aceptar el regalo, solicita el traslado a otro barrio. Es un cuento sentimental, escrito en una forma elegante. Había una vez, de D. Mirasdar, es la historia de un bufón que se enamora de la joven que lleva para su señor. Es una narración llena de lirismo y humor.
Los dos cuentos en lengua oriya son bastante flojos y no tienen nada digno de mención. Igualmente sucede con las narraciones telegus, de las cuales únicamente Unión de escritores sin pluma, de Buchchibabu, presenta una chispa de originalidad, aunque sin desarrollar. El cuento trata de una asociación de escritores que no han escrito nunca: buen punto de partida para una narración, pero que el autor no ha sabido continuar. Los cuentos tamiles, más abundantes ––son nueve en total– son también bastante flojos. Aquí es la pobreza el tema principal, pero los autores no han sabido llegar al corazón del lector, limitándose a hacer una descripción realista de las condiciones sociales de los pobres, pero sin personalizar, eliminando el factor humano y substituyendo el hombre por la clase social, con lo que se hace imposible prácticamente una identificación con los personajes, esencial para la comprensión de sus problemas. Algunos de estos cuentos, como La fiesta de la carroza, o El loto que floreció en el fango, son meras descripciones sin argumento y sin personajes.
Los cuentos en lengua malayalam tienen como característica una tendencia pronunciada hacia lo sentimental, que no siempre se halla plenamente conseguida. Solamente es de destacar Volverá, de Takazi S. PilIai, la historia de una madre que espera incesantemente a su hijo, muerto en un disturbio callejero, por su calidad psicológica. Otro tanto sucede con los cuentos kannada, que carecen de interés y tienen un estilo muy pobre y vulgar.
Entre las narraciones en inglés, es la más interesante La calle Lawley, de R. K. Narayan, en donde el protagonista compra la estatua de un tal Lawley, un tirano odiado por el pueblo, que luego resulta ser un legislador muy justo, por lo que todo el mundo le hace presión para que devuelva la estatua a su lugar. En el cuento En Kandesh Raja Rao hace uso de su estilo personal, describiendo el lugar con detalle, aunque sin intercalar argumento en sus descripciones.
Este libro, que ha de ser un incentivo para que se traduzcan obras de autores indios contemporáneos que ya deberían ser conocidos del lector hispano, es el resultado de un trabajo meritorio y complejo de traducción al español de diversas literaturas regionales al ruso y luego al castellano. Únicamente pueden hallarse dos defectos principales en él. El primero de ellos es la poca homogeneidad de la calidad de las narraciones, que ya hemos mencionado antes. Efectiva mente, junto a cuentos de gran altura y calidad literarias, hallamos otros con un estilo pésimo y que desmerecen de sus compañeros. El motivo, según nuestra opinión, es doble. En primer lugar, la necesidad de incluir narraciones en todos los idiomas regionales obliga a elegir donde hay mucho y a tomar sin elegir donde la producción es más escasa. En segundo lugar, esto se debe también al criterio de selección al que ya me ha referido, que da preponderancia a los temas relativos a los problemas sociales. El segundo defecto, a nuestro juicio, consiste en que la traducción de estos relatos ha sido hecha de una forma poco cuidadosa, explicando deficientemente los términos originales en un español muy regionalista, confuso para otra gentes de habla hispana y, en ocasiones, erróneo desde el punto de vista gramatical básico. No entraremos en detalles de estas deficiencias del español; bástenos con haber hecho mención de su existencia. En cuanto a los nombres de los autores, en gran parte aparecen deformados en su transliteración y algunas veces, con errores que no pueden deberse a la pronunciación confusa. Lo mismo ocurre con otros vocablos, como “peñabi” en lugar de “panjabi”, las cuevas de “Ajarta”, etc.
Creemos que una revisión a fondo de los términos de las lenguas indias, así como del español de la traducción, ayudaría en gran manera a mejorar el libro para las siguientes ediciones.