El oficio de cazador de ratas, ya en plena decadencia, no se debe confundir con el de exterminador de ratas, que sigue en vigencia y que tiene como objetivo matar a dichos animales para sanear las casas y evitar las plagas que los roedores pueden transmitir. El cazarratas debe atraparlas vivas y en buen estado de salud. Es más, debe conseguir los mejores ejemplares, pues su objetivo era destinarlos a la competición.
El “deporte” para el que se usaban los animales que proporcionaba el cazarratas consistía en los siguiente: en un gran cajón de madera (de 2 por 6 metros aproximadamente) se soltaba un centenar de ratas y varios perros que, de inmediato las atacaban. La competición la ganaba el perro que en un tiempo determinado conseguía matar a más roedores. Las estadísticas son tremendas. En 1862 un Terrier llamado Jacko mató mil ratas en una hora y media, aproximadamente una rata cada seis segundos.
Este entretenimiento desataba pasiones, especialmente en el mundo anglosajón, y las apuestas eran altísimas. En la ciudad de Londres, en el siglo XIX, llegaron a haber hasta setenta de estos lugares de entretenimiento.
La captura se llevaba a cabo a mano o mediante trampas y era muy difícil y arriesgada. El alto precio que se pagaba por las ratas vivas impulsó a muchos vagabundos y mendigos a dedicarse a esta actividad, pero sólo los más hábiles consiguieron vivir de ella y prosperar.
¿Sabías que esta profesión existe todavía en algunos países del sudeste asiático? ¿Que ha habido algunos cazarratas que se han inmortalizado en la ficción, como el flautista de Hamelin? ¿Que el más famoso de estos profesionales fue un inglés, de nombre Jack Black, que vivió en la época victoriana? ¿Que en 1912 se prohibió este tipo de competiciones, aunque ha seguido practicándose en la clandestinidad?