Bestiario de teatro (Reseña)

Bestiario de teatro (Reseña)

José Viyuela: Bestiario de teatro, (Ilustraciones de Miguel Cubero), Amargord Ediciones, Madrid, 2018.

Un gran mérito del teatro consiste en que es un puente a mil mundos, un Hinterland maravilloso por el cual, desde la comodidad de nuestra butaca, podemos adentrarnos en la Dinamarca de Hamlet o en la Polonia de Segismundo. Estamos hablando, pues, de un país mágico y, por ende, desconocido.

¿Cómo entrar en él? Alguien que lo conozca desde dentro nos debe llevar de la mano y mostrárnoslo, pero teniendo a la vez buen cuidado de que se conserve en parte su misterio y su encanto, que el descubrimiento de la tramoya no nos desilusione y nos distancie de esa gran máquina de sueños que es la ficción interpretada. Para ello son precisas una habilidad y una sensibilidad extremas, que es lo que José Viyuela posee en abundancia.

Creemos que es deber ineludible de los profesionales de cualquier ámbito teorizar sobre su actividad, imaginar para mejorarla, criticarla para expurgarla de sus errores y describirla para que todos participen de ella. El teatro ha tenido pocos divulgadores desde dentro. Tenemos descripciones hechas por críticos que lo veían desde excesiva distancia y relatos de actores que en forma de memorias personales nos hablaban egocéntricamente de ellos mismos. Pocos han ayudado a ver el teatro desde dentro y con una perspectiva más profunda que la mera anécdota.

El autor ha aceptado este reto, la obligación latente de todo actor de escribir sobre su profesión. Viyuela es un payaso de corazón, un clown, un cómico, un caricato —como se decía antaño— y está muy justamente orgulloso de serlo. Está poseído por el demonio del teatro, que tiene su infierno, sí, pero que les da la gloria a sus elegidos. Dice tener el teatro en sí, en su código genético, y lo demuestra con sus interpretaciones y ahora con este libro, que deja ver en cada frase un genuino respeto por este oficio, al que se ha propuesto dignificar.

Este excelente texto —con sugerentes ilustraciones— es toda una poética teatral, aunque a primera vista no lo pueda parecer. Pero ese es el género al que este libro pertenece, no se dejen engañar. Bien es verdad que para evitar que el lector se asuste ante una posible obra erudita, el autor ha sabido embellecer sus descripciones transformando su tratado en un bestiario, lo que resulta un género muy apropiado para lo que se propone describir, si consideramos que durante siglos los actores fueron precisamente eso: animales sub-sociales que existían para diversión de algunos, a los que los niños tenían bula para apedrear cuando llegaban a los pueblos y a los que, cuando morían, no se les podía enterrar en sagrado, como al resto de los humanos.

Así, se nos presenta una relación muy meditada de todos los monstruos y engendros que existen entre bastidores. Con un divertido remedo de la clasificación científica de Linneo, Viyuela nos habla de toda esa fauna sub-humana que habita en la selva teatral y también de su flora, si por ello hemos de entender los elementos físicos que sirven de marco a la representación: focos, decorados, camerinos, por no hablar de los incorpóreos fantasmas que no podemos ver, pero que están siempre presentes en el hecho teatral, prontos a aparecer, como son la improvisación, el pateo, el aplauso o el premio.

Cada entrada en este pequeño diccionario teatral es una pieza literaria per se. En lo formal es prosa poética de la mejor y nos recuerda a los olvidados cuentos de Rubén Darío o a las novelas de Gabriel Miró. Cada frase del libro parece estar escrita a torno, cariñosa y cuidadosamente pulida hasta esa máxima perfección a que la nos permite llegar nuestra imperfecta condición humana. Pero que nadie se sorprenda, pues Viyuela es ya de antes un magnífico poeta y tiene a su crédito diversos poemarios y premios. En cuanto a contenido, es una visión profunda y certera no tanto de una profesión sino del espíritu que la impregna y de su sentido, podríamos decir que de su alma, si las profesiones tienen alma (que creemos que sí).

En este mundo, nada queda igual: todo aquello que tocas, aunque sea brevemente, lo mejoras o lo empeoras. No cabe duda de que Viyuela ha mejorado sensiblemente el teatro con un bello libro sobre este oficio que enorgullecerá a los de dentro y encantará a los de fuera; un libro cuyas reflexiones no se limitan sólo a este mundillo, sino que pueden extrapolarse a muchas otras esferas, porque —queramos o no y como dijeron Séneca, Shakespeare, Calderón y muchos otros— el mundo es un teatro y los hombres sólo somos los intérpretes de la obra; un libro que transmite un inconmensurable amor por el arte de Talía, que nos llena de su entusiasmo y nos hace meternos tanto en ese mundo, que nos hace entender plenamente lo que se preguntaba muchas veces aquel tremendo actor que fue don Julián Romea: «¿Qué harán por las noches los que no hacen comedias?»