Chencho Ríos, Basuracuática, Dalya, San Fernando (Cádiz), 2017.
¿Qué nos ofrecen estas obras teatrales breves de Chencho Ríos que integran este volumen? ¿Qué es lo que se puede añadir a los mil temas ya tocados en la dramaturgia? Pues, principalmente, ideas y símbolos, es decir, lo más importante y decisivo que se puede insertar en una obra literaria, lo más valioso que tiene el hombre para compartir con sus semejantes.
Basuracuatica es una pieza curiosísima y muy lograda tanto desde el punto de vista de su mensaje como de su lengua. Consigue un acierto indudable de crear un lugar que se halla fuera de los mundos, un espacio de nadie en el que, por ello, se puede hablar de todo. Una balsa en medio de un mar ignoto, una acción situada en un tiempo irreal donde los cachivaches superfluos y las basuras del presente se mezclan con los elementos poéticos del pasado. Los personajes que la ocupan logran en un breve espacio de tiempo (la obra no es de excesiva duración) tratar sobre una cantidad ingente de temas de gran interés para el hombre moderno. Pocas cosas realmente importantes quedan fuera de este repaso crítico al mundo, hecho de manera breve y sintética. Un verdadero teatro humano, del hombre y sobre el hombre.
Se nos habla en ella del poder, de la esclavitud, del racismo, de la religión, de las relaciones humanas, de la esperanza, de la búsqueda del propio destino. En diálogos sintéticos y concisos se mezclan acertadamente la profundidad del pensamiento y las expresiones estéticas, que surgen como contrapunto adecuado al sentimiento de desazón que el autor quiere transmitir. La obra es muy variada, como un caleidoscopio de emociones. Está escrita para ser leída varias veces y degustada por su escogida prosa.
U (La marcha) es una obra alegórica, donde la esperanza y la aceptación como símbolos de la vida se contraponen al suicidio y a la plaga. Podría decirse que se trata de un ejemplar ejercicio retórico sobre la muerte, en donde el empleo continuado de la metáfora prima sobra la acción. Cada uno de los diálogos de los personajes tiene entidad propia: se puede reflexionar sobre ellos de manera independiente, pues nos aportan un ángulo nuevo a nuestra visión de lo eterno. Además, el simbolismo de estas figuras retóricas es múltiple: puede tomarse de distintas formas y es susceptible de variadas lecturas. La lengua es bella, casi prosa poética, aunque no se busque la belleza, sino todo lo contrario: recalcar el desaliento triste y la angustia de la existencia.
Por último, Rutina del mercader de libros ambulante nos ofrece algo distinto: una reflexión amarga —entre un librero y una escritora— sobre el estado actual de nuestra cultura. En una sociedad que se mide por su amor o su indiferencia hacia el libro, tenemos una especie de monólogo a dos voces complementarias que detecta y diagnostica el mal, lo analiza y, lamentablemente, no puede ofrecer una cura. La obra se halla repleta de referencias culturalistas que nos desnudan el alma del librero y nos hacen ver lo que le ha costado en tiempo y esfuerzo llegar al punto en el que se encuentra. Lo que parece una escena estática es toda una narración de un fracaso personal, por haber dedicado toda una vida a los libros en medio de un mundo que ya ignora su valor.
Tres textos muy originales y de gran calidad que nos obligan a pensar.