Agustín García Aguado: Los niños del abismo, Ápeiron Ediciones, Madrid, 2023, 126 págs.
El autor de esta colección de narraciones ha recibido distintos galardones en los últimos años, entre ellos el Premio «Caperucita Feroz» de la editorial Ápeiron. Aunque también tiene publicados libros de poesía, el cuento corto de carácter intimista es su área de especialización, por así decirlo. Él reconoce en su obra el influjo de Cortázar y del uruguayo Felisberto Hernández, maestros ambos en este tipo de literatura tan abundante pero al mismo tiempo tan difícil de dominar como es el cuento.
Nos encontramos aquí con un libro coherente y muy reflexivo. Aunque los temas que toca son extremadamente variados, la parte formal sigue unas pautas predeterminadas muy precisas: narración en primera persona —lo que ayuda a la introspección y facilita la presentación de las reflexiones del narrador—, un realismo descriptivo que nos transmite la impresión de sinceridad y cercanía, una estructuración en forma de monólogo continuado en párrafos largos pero bien construidos y un estilo personal perfectamente mantenido para dar a la colección un carácter reconocible.
Dentro de estos cuentos de aparente semejanza, encontramos, empero, una gran variedad de temas, principalmente centrados en las relaciones humanas y los pequeños dramas familiares, pues cada familia es un mundo, como un gran paisaje con sus locus amoenus y sus locus eremus. García Aguado nos habla de asuntos cercanos, de problemas cotidianos. Su narrativa gira siempre en torno a lo humano, que es, en definitiva, el tema eterno.
El autor muestra gran habilidad para meterse en la mente de los personajes que se inventa y contarnos sus emociones ampliadas, sus diálogos interiores, sus confesiones a sí mismos. Lo hace con gran dominio de la psicología y de las técnicas narrativas. Sabe encontrar la medida justa para cada elemento que trata, lo que constituye esa virtud del escritor que ninguna escuela te pude enseñar, sino que solo puede ser fruto de la madurez, de las buenas lecturas y de una voluntad continuada de dominar el oficio. Curiosamente, el autor estuvo años sin escribir, pero obviamente supo aprovecharlos para poder ofrecernos ahora un libro esencialmente pulco en fondo y forma.
Esta colección de narraciones se lee con gran facilidad, pese a la abundancia de elementos retóricos que contiene. García Aguado halla metáforas originales y frescas con las que adornar su prosa) y sabe dotarlas también de unos elegantes puntos de humor, como cuando, para describirnos un suicidio, nos dice que su personaje «terminó lamiendo los adoquines de la calle tras ensayar un vuelo rasante sin motor».