José Carlos Turrado de la Fuente: Las veladas del Campo Grande, Ápeiron Ediciones, Madrid, 2023, 78 págs.
Ha sido el escritor Roberto Vivero —gourmet literario de exquisito paladar— quien me ha dado a conocer la obra de José Carlos Turrado de la Fuente, algo que no puedo sino agradecer, porque hacía tiempo que no disfrutaba de un verso tan vital y exuberante como el de esta comedia, dada la tendencia actual de la poesía a dedicarse casi íntegramente a un intimismo recalcitrante y que a pocos interesa, con un estilo minimalista que no hace sino descubrir mezquindad imaginativa y pobreza de léxico. En esta pieza teatral hallamos, afortunada y refrescantemente, todo lo contrario.
Sí, porque el autor ha mirado a la lengua castellana a los ojos y se ha planteado la disyuntiva de si respetarla con miedo y reverencia o si de emplearla con energía para hacer con ella lo apetecible y, de esta manera, explorar posibilidades, sorprender, lograr efectos, innovar, crear, en suma, una literatura personalísima. Afortunadamente, ha elegido manipularla y hasta abusar de ella.
¿Qué el autor se toma licencias poéticas «intomables»? ¿Que usa diéresis cuando le parece y donde le parece? El texto es suyo y, que sepamos, las palabras no se han quejado. La literatura necesita su libertad; luego, una vez escrita, le pondremos sacar defectos, pero el autor ha cumplido con su obligación de hacer algo distinto y contribuir a la variedad, porque hacer lo mismo que ya se ha hecho muchas veces antes es trabajo baladí.
El sabor valleinclanesco está presente en este texto y, como debe ser, actualizado, con más piruetas lingüísticas, con más juegos retóricos y con expresiones modernas, aunque sin abandonar una loable actitud «recuperacionista» que vuelve a emplear vocablos olvidados en todos los registros, desde los más cultos a los más coloquiales, añadiendo, por supuesto, sus neologismos personales. Quien quiere tanto a la lengua como Turrado puede permitirse con ella bastantes libertades.
En nuestra época de imitadores (quizá como todas, aunque a nosotros nos parece que lo es especialmente), cuando cualquier libro elevado a la capacidad de best seller por la casualidad genera miles de imitaciones sobre complots templarios, vampiros adolescentes o lascivas amas de casa, toda obra literaria distinta tiene un valor añadido, cualquier subgénero de estilo reconocible entraña un mayor mérito. No recordamos prácticamente nada parecido a la literatura de este autor, lo cual equivale casi al elogio supremo.
Nada diremos de la originalidad de la trama, pues algo ha de quedar para mantener la intriga en el lector. Pero que se preparen a disfrutar aquellos que quieran sorprenderse cuando, después de una palabra, leen otra que en absoluto esperaban y que, por su belleza, sentido y connotaciones, les evoca imágenes en su imaginación, convirtiendo la lectura en una experiencia visual sin necesidad de gafas tridimensionales.