Alfonso Vázquez: Una paella para Charlie Chaplin, Reino de Cordelia, Madrid, 2022, 278 págs.
En este ¡Bienvenido míster Marshall! al revés, los norteamericanos esperan con impaciencia a unos españoles que van a traerles lo mejor que tienen: su arte, su inteligencia, su ingenio y sus paellas.
Los EE. UU. han sido siempre poco prolíficos en generar talento, pero increíblemente hábiles para comprarlo. Hollywood debió sus más grandes glorias a inmigrantes e hijos de inmigrantes. Baste recordar su larga lista de directores judíos (Woody Allen, John Frankenheimer, Fred Zinnemann, Richard Fleischer, Charles Chaplin, Barry Levinson, Jerry Lewis, Ethan y Joel Cohen, David Cronemberg, Sidney Pollack, Wolfgang Reitherman, Herbert Ross, Norman Jewison, Steven Soderbergh, Steven Spielberg, Mel Brooks), alemanes (Otto Preminger, Fritz Lang, Wolfgang Petersen, Bob Fosse, John Schlesinger, Don Siegel, Erich Von Stronheim, Franklin J. Schafner, Joel Schumacher), centroeuropeos (Milos Forman, Billy Wilder, Frank Capra, Roman Polanski, Michel Curtiz, Stanley Kramer, Sidney Lumet, Ernest Lubitsch, Peter Weir, Joseph L. Mankiewicz, Preston Sturges, George Cukor), italianos (Francis Ford Coppola, Vincente Minnelli, Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Michel Cimino) e incluso turcos (Elia Kazan). La lista de intérpretes equivalente sería interminable.
Y en su momento, la Meca del Cine compró generosamente genio español. En la década de los treinta, muchos de nuestros mejores escritores se fueron para allá: Neville, López Rubio, Martínez Sierra, Jardiel Poncela. Su trabajo en los estudios hollywoodienses enriqueció el cine y ellos también aprendieron alguna que otra cosa.
Sobre estos años mágicos escribe Alfonso Vázquez, finísimo humorista, autor de magníficos libros como Viena a sus pies, Livingstone nunca llegó a Donga y otros. La verdad es que Vázquez ha trabajado sobre un material buenísimo, pues las anécdotas que generó aquel insigne grupo de viajeros dan para este libro y para muchos más. Pero el autor no se ha limitado —como muy bien podría haberlo hecho y nadie se lo hubiera reprochado— a narrar esta aventura colectiva de la «otra generación del 27», como la definió José López Rubio en su discurso de ingreso en la Real Academia. Ha ampliado su historia con una visión certera y entretenidísima de las tripas de Hollywood, entendiéndose por ello las idiosincrasias de sus más famosas estrellas, su relación mutua y con los españoles y. sobre todo, el ambiente disparatado, original, a veces absurdo pero siempre destelleante de ese mundo lleno de glamour y piscinas.
Por esta novela desfilan los personajes más atractivos que la realidad —esa suprema inventora— pudo imaginar: cómicos como Keaton, Lloyd, Arbuckle, los Marx, Laurel, Hardy o Ronnie; directores como Buñuel, Hitchcock, Hawks, Von Stronheim o Eiseinstein; intérpretes como Fairbainks, Gable, Dietrich, Pickford, Grant o Garbo; productores como Thalberg, y otras personalidades como Hearts, Einstein, Faulkner, Ortega o Ramón, por citar solo a algunos, pues hay muchos más. Tanta acumulación de arte e inteligencia en un mismo tiempo y lugar convierte a estas páginas en únicas.
Si el lector ama el cine o si ama la literatura o el humor o la cultura en general, si ama algo de esas cosas que valen la pena, disfrutará de lo lindo con esta obra, con las peripecias de nuestros embajadores culturales y aprenderá lo indecible sobre aquella industria cinematográfica que dio realce al siglo XX como las catedrales lo hicieron en el XIV. Este libro tendría que haberse escrito mucho antes, para que los españoles supiéramos cómo «Tono» enseñó a Chaplin a hacer paellas, cómo Jardiel enseñó a Hollywood a hacer películas en verso o cómo Neville descubrió a los hermanos Marx cómo ganar al mus.