Lola Clavero: El horror es mío (Cuentos de humor y pavor), Alhulia, Salobreña (Granada), 2018.
Señores, desengáñense: Drácula no es real, ni tampoco los zombies ni las casas encantadas. Al menos, no como nos los imaginamos. Sí es verdad que hay algunas personas que te chupan la sangre, pero no se llaman vampiros, sino empresarios. Y en cuanto a los muertos vivientes, es cierto que hay mucha gente que ni piensa ni razona y que va por la vida dando tumbos y sin ningún propósito aparente, pero hay nombres más coloquiales para designarles.
Esto no quiere decir que el horror no exista. Existe, y en grandes cantidades, pero no se da en el interior de iglesias góticas ni en los cementerios, sino en sitios más prosaicos, como, por ejemplo, tu cocina o en el patio de recreo de un colegio de monjas. Lola Clavero, con el estilo altamente simpático que le caracteriza, nos presenta un muestrario del horror cotidiano, que es el que más asusta, porque es de verdad. Engarza en su libro una estupenda serie de cuentos humorrorosos en los que, como la palabra lo dice, el humor y el horror se superponen y demuestran ser dos caras de una misma moneda, una extraña moneda a a la que le puedes ver las dos caras a la vez, algo que a los físicos les resulta difícil de entender.
El fundador teórico del humor negro fue Leonardo da Vinci, que afirmó con toda su autoridad intelectual que, de ser posible, había que reírse hasta de los muertos. Eso hace la autora con total maestría, presentándonos unas situaciones hilarantes que nos provocan tremenda envidia a los que nos dedicamos al humor, por no habérsenos ocurrido a nosotros.
Si Clavero no saca en sus relatos a licántropos y frankensteines, ¿de qué nos habla entonces? ¿Con qué nos divierte a la par que nos asusta?
Pues, por ejemplo, con los surrealistas sufrimientos de un escritor que tiene la osadía de querer hacer una presentación de su libro o de trabajar como «negro literario» para algún famosillo de televisión, uno de los oficios más macabros que se me ocurren. O con la erisipelante descripción de como la lectura de El Quijote en el colegio le destroza la vida a una inocente niñita.
El amor es aquí fuente inagotable de horror, ya sea por culpa de un ligue que sólo habla esloveno, por coquetear con terroristas, tener novios obesos, fachas o hippies o bien maridos que están como una cabra de los Alpes.
Los viajes también le dan para mucho a la autora a la hora de asustar al personal.
No pueden faltar en este divertidísimo libro los fantasmas de carne y hueso (fantasmas de verdad, queremos decir). Nos parece especialmente deliciosa la historia de una suicida que, tras matarse, tiene que cumplir con su obligación de hija y asistir a una comida que da su madre, a la que no se atreve a faltar ni muerta.
En fin: hay muchos temas más que no mencionamos, por no destripar. Pero sí les aseguramos que todos ellos están estupendamente tratados. Es éste un libro perenne, no sólo en el sentido de que no se le caen las hojas porque está muy bien encuadernado, sino también porque es de ésos que te apetece guardar siempre para releerlo una y otra vez cuando estás deprimido o simplemente tienes la tensión baja. Lola Clavero es una excelente humorista y sus escritos hay que ir coleccionándolos a medida que vayan apareciendo sin dejarnos ni uno.