Es increíble mi amigo y colega Enrique Gallud Jardiel. Y agotador. Pero no porque produzca cansancio, al contrario. Lo que sucede es que es un creador que no se detiene nunca. Asombroso. Sólo sus pares pueden darse cuenta y admirar, realmente, ese vertiginoso proceso creativo en toda su magnitud.
Por ejemplo, Enrique siempre está publicando nuevos libros. Pero no solamente sobre su especialidad, la cultura india (historia o ficción), ¡Me impresiona más su producción humorística!
Aborda bajo ese lente la literatura, la historia, la pintura, el cine, etcétera, etcétera todo a través de la Historia de la Humanidad. En esta ocasión le tocó el turno a la filosofía. Barre entonces con los filósofos uno a uno a medida que surgen cronológicamente y así el lector va visualizando también la Historia de la Filosofía.
Sabemos que a la inmensa mayoría de las personas que habitan y han habitado este Planeta no les interesa la filosofía, porque no la entienden. Es un esfuerzo intelectual que nadie puede o quiere hacer. Entonces se agradece en el alma que este señor de la pluma y la risa te muestre todo ese mundo de manera comprensible.
Ilustro con un ejemplo ajeno a Enrique. Con mi Compañía Escénica “La Seña del Humor” en Cuba, en los años 80, teníamos una rutina donde interpretábamos en ritmo de bolero, con nuestra orquesta tropical, y con una letra satirizando las cebollentas letras de los típicos boleros populares, el reconocido Bolero del compositor Ravel. Pues en cierta ocasión, un digno representante de los más bajos estratos sociales de la Isla, me ve en la calle y me llama, mientras iluminaba la acera con su diente de oro: “Oye, compadre, estás comiendo basura (tonteando), porque ayer vi en la televisión como la Orquesta Sinfónica tocó “tarararararararará” (tarareó la melodía del Bolero de Ravel) y ni te mencionaron. ¡Ponte las pilas que están plagiando!”
Piensen si es bueno o malo que ese hombre haya conocido a Ravel a través de nuestro humor.
Yo apuesto que es positivo, porque de lo contrario ni se hubiera enterado.
La satisfacción que siempre sentimos fue que el “vulgo” reía de los gags obvios, de la letra, lo que sucedía en la interpretación, etc. y los “cultos”, disfrutaban la idea, el arreglo, los matices, etcétera, más lo que gozaba el “vulgo”. Pero todos disfrutaban.
Con los libros de mi amigo Gallud siento que se repite ese fenómeno. Lo puede leer cualquiera, porque la carga de ironías, absurdos, sátiras, exageraciones, juegos de palabras, incongruencias y otras formas de hacer humor es tan abundante que resulta imposible no reír, aunque no sepas nada de la materia en cuestión. Y para los que conocen, doblemente hilarante.
Resumen. Recomiendo este libro (y todos los demás de Enrique), porque es un humorista literario de primer nivel y de consumo popular y elitista a la vez (algo difícil de conseguir).
Como siempre digo, soy un privilegiado por haber sido formado mi sentido del humor con la obra de su abuelo Enrique Jardiel Poncela y después ser amigo y contemporáneo de este extraordinario creador de humor e intelectual que es Enrique Gallud Jardiel.