Faustino Cuadrado Valero: Pecados. Secretos inconfesables de una familia numerosa, Amazon, 2017.
Contar bien una historia es muy difícil. Contar bien muchas historias a la vez es extremadamente complicado y muy pocos pueden hacerlo con soltura, no digamos con maestría. Por eso es tan difícil el cultivo del género de la saga familiar, de la novela grupal, de las vidas entremezcladas. ¿Cómo conseguir saltar de una sub-trama a otra sin que el lector se sienta defraudado por abandonar a los personajes que le interesaban para centrar su atención en otros nuevos y desconocidos? ¿Cómo alternar adecuadamente las sucesivas narraciones para que no se olviden los detalles necesarios, para poder retomar sucesivas veces una historia que se dejó interrumpida? Y, sobre todo, ¿qué hacer para mantener no sólo el interés, sino también el equilibrio entre lo que les sucede a diversos personajes? Estas son las preguntas clave cuya respuesta debe tener un gran escritor, si quiere que se le considere como tal. Faustino Cuadrado Valero posee estas cualidades y un extremado dominio de la prosa, como para tener pleno éxito en este tour de force narrativo que es Pecados.
El autor tiene otros libros destacados en su haber, entre ellos El último hogar que nos queda, Los amantes infinitos, El reino de Akaba y otros, que tuvieron muy buena acogida en su momento y que pertenecen a géneros distintos, lo cual dice mucho de un escritor. Significa, en primer lugar, que el éxito de un libro no le lleva a repetirse y, también, que su curiosidad intelectual y creativa le impele a explorar nuevos campos. Ahora bien, hay mucha gente que sabe hacer bien una sola cosa, pero para poder tocar géneros distintos hay que dominar muchos registros literarios y tener una profunda visión de las cosas: se ha de ser —por así decirlo— un escritor «completo», como Cuadrado Valero lo es.
No desvelaré episodios, datos ni personajes de esta novela grupal. El tema es apasionante de por sí, uno de los eternos e inagotables: la maldad humana, vista en múltiples facetas y ambientada en diversas situaciones. Cada miembro de la familia protagonista tiene su submundo propio, su vicio personal, su pecado preferido. Odio, ambición, codicia, lujuria, todos ellos sentimientos indeseables en la vida real pero muy atractivos, apasionantes en la ficción, que nunca gira en torna a la placidez sino al conflicto y, mejor aún, al mal.
El autor nos habla de eso: de la maldad humana con la que todos tenemos que convivir; y lo hace con gran habilidad, contando la historia como se debe contar, sin juegos literarios que distraigan ni falsos tópicos. Lo hace con honestidad y con gran oficio, con un magnífico dominio de la prosa. Y teniendo siempre en mente al lector. No es un obra escrita para hacer gala de lo bien que está escrita, sino para que el lector disfrute de un buen libro y desarrolle ansia de leer otros igualmente notables. No hay mejor campaña en pro de la lectura y la cultura que un gran libro. Y éste lo es.