Quisiera hacer un cuento que fuese sólo un canto,
que fuese sólo un canto al Imperio mogol,
con sus cúpulas rojas brillando bajo el sol
y sus muros vestidos con las hojas de acanto.
Quisiera hacer un cuento que tuviese el encanto
de un palacio de ensueño y el regio tornasol
de las rosas fragantes con su intenso arrebol
y un sabor agridulce de placer y de llanto.
Y bajo las estrellas de un jardín encendido
pasear a la luz de una noche de luna,
rememorar los hitos de una corte dichosa,
rescatar a un imperio del sueño y del olvido
y soñar con un rey que empleó su fortuna
en perpetuar en mármol la tumba de su esposa.