El escritor y pensador Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864- Salamanca, 1936) es uno de los puntales indiscutibles de la Generación del 98 y el influjo de sus escritos se hizo notar durante todo el siglo XX.
A juzgar por la actividad que desarrolló en la universidad y la política, Unamuno no tuvo tiempo para hacer otra cosa en su vida. Obtuvo el cargo de Rector de la Universidad de Salamanca en 1901. En 1914 fue destituido por razones políticas, convirtiéndose en mártir de la oposición liberal. En 1921 le nombraron de nuevo Vicerrector, pero sus ataques continuos al Rey hacen que Primo de Rivera le destituya de nuevo y lo destierre a Fuerteventura. Acabado este exilio, Unamuno decide no regresar a España hasta la caída de la dictadura.
La República le restituye en el cargo y en 1934 se retira de la actividad docente, siendo nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. También se le nombra ciudadano de honor de la República.
Pero Unamuno quedó desencantado también con este régimen. Criticó al gobierno de Azaña y al iniciarse la guerra civil apoyó inicialmente a los rebeldes. Azaña le destituye, pero el gobierno de Burgos le repone de nuevo en el cargo. Sin embargo, ante las represiones en Salamanca, Unamuno queda desengañado también del régimen franquista.
Unamuno desarrolló una filosofía altamente individualista en sus obras filosóficas, entre las que destacan Del sentimiento trágico de la vida, La vida de don Quijote y Sancho o La agonía del cristianismo. De sus novelas merecen nombrarse Niebla, La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir.