Francisco Javier Rodríguez Barranco: El mundo por sombrero, 2 vols., Azimut, Málaga, 2016, 880 págs. (Reseña)
Mucha gente asegura que si ganase el premio gordo de la lotería haría realidad su acariciado deseo de dar la vuelta al mundo, Pues bien: es mentira. Porque si de veras deseas darla, te las ingenias para hacerlo aunque no te haya tocado nada, por más que hayas de alimentarte de las piedras del camino.
Eso es lo que hizo Francisco Javier Rodríguez Barranco y, como es generoso, en vez de limitarse a disfrutar él solo del periplo, nos lleva a todos de viaje con su libro, pues sabe que la obligación de todo hombre de bien es transmitir a los demás, en la medida de lo posible, lo que uno aprende, lo que uno sabe, lo que uno tiene. El lector se beneficia sobremanera de esta rihla occidental, de esta crónica caleidoscópica de un periplo circumplanetario (como la denomina su autor), de este magnífico libro de viajes, en suma, que es todo eso y bastante más.
No sólo estamos hablando de descripciones de paisajes, ciudades y gentes —por más que ello sea material sobrado para cualquier libro— sino de la «interpretación del mundo», de la relación detallada de cómo las diversas culturas y los variados climas transforman al viajero sensible y potencian su creatividad. Junto con la obligada descripción e interpretación, junto con el dato y el detalle, junto con la anécdota y la relación de la peripecia, el autor nos ofrece una especie de muestrario de ficción, intercalando en su discurso muchos y muy interesantes fragmentos narrativos, sugerentes notas, originales microrrelatos y una amplia gama de interesantes incisos motivados y estimulados por la contemplación de lo contemplado. Queremos decir que no son descripciones desde un único punto de vista, como es habitual en los viajeros que escriben. Porque Rodríguez Barranco no es un viajero que escribe, sino un escritor que viaja, lo cual es muchísimo mejor, pues los viajeros suelen escribir por obligación y los escritores viajan porque les apetece y para ser libres y ser de nuevo niños y ser ellos mismos, y esto se nota (y mucho) en la calidad del producto final.
Es cierto que a la hora de juzgar este libro jugamos con ventaja, pues ya conocemos otros libros del mismo autor y sabemos de su capacidad de análisis del espectáculo de la vida. El autor sabe sacarle el jugo a los días y ofrecérnoslo en una prosa lúcida y variada (el supremo elogio, a decir de Baltasar Gracián). Lo ha hecho otras veces y vuelve a hacerlo aquí.
Resumiendo: es un libro (dos volúmenes, para ser exactos, titulados Del Gran Bazar al Mar de Coral y De las antípodas a Salvador de Bahía) al que, sin duda, merece darle una vuelta completa, pues es también un mundo de vivencias, de curiosidades, de sensaciones y de reflexiones, un mundo literario de los que desgraciadamente no abundan.