Antonio Ballesteros González: Manual de Madrugadas, Mandala Ediciones, Madrid, 2014, 75 págs. (Reseña)
No es frecuente hallar en una breve selección de poemas un contenido tan profundo y variado a la vez como el que Antonio Ballesteros nos ofrece en este exquisito Manual de Madrugadas. La obra hace al lector partícipe inmediato de sus reflexiones sobre la creación poética, el amor, la pasión, la amistad, el recuerdo, el misterio, la muerte, la ternura, los campos y el mar. Cada poema te transporta sorprendentemente a un mundo distinto y, tras mostrarte la visión del autor sobre él, te obliga por así decirlo a que establezcas tu propia mirada.
Cada poema esta diseñado hábilmente para producir una o más sensaciones. Las palabras nos hacer percibir quietud, soledad, silencio, frío, luz u oscuridad. Pero una misma constante hila las composiciones y deja entrever un estilo personalísimo y reconocible. Una vez leídos estos poemas, reconoceremos cualquier otro de su autor allí donde lo encontremos.
No es un libro más entre otros semejantes, sino un producto de perfección artesanal que muestra el bagaje cultural y la sensibilidad del poeta. Es una obra intimista de ritmo poético elevado que comunica impresiones en un nivel simbólico, que no habla de la verdad superficial de las cosas sino de lo que éstas tienen de trascendente.
La lengua es elegante e inteligible, carente de artificio. Los versos son breves en su mayoría, una meditada técnica que impide la lectura apresurada y obliga al lector a detenerse a saborear y meditar lo que le han ofrecido. Al tiempo, el autor nos ofrece sonetos clásicos como contrapartida, mostrando un dominio pleno de la técnica más tradicional. Hallamos también innovaciones en las formas poéticas, versiones bilingües en inglés y francés y un acertado empleo de la aliteración como herramienta retórica. Se llega a la esencia poética con gran economía de medios: no hay palabras innecesarias ni recargamiento alguno.
El poemario es para releerlo a menudo y emplearlo como acicate para crear tu propia poesía interna. Como indica el título de una de sus composiciones, es un verdadero jardín de los sentidos. Nos exhorta a disfrutar sin miedo de la existencia, con la literatura como paliativo del dolor y como razón vital.