Se trata de Casablanca (1942), de Michael Curtiz, una de las películas más celebradas de la historia del cine. La acción se desarrolla en el café Americain, local de moda en una ciudad que acoge a personas de diversas nacionalidades durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Es una casa? Sí, puesto que el dueño del establecimiento se aloja en el piso de arriba. Rick (Humphrey Bogart) es un aventurero, cínico en la superficie pero sentimental e idealista en el fondo. Ha combatido por la libertad y que ha pagado por ello. Ahora regenta un establecimiento donde se dan todas las intrigas de una contienda.
Es un universo negro con personajes extremos: nazis, miembros de la resistencia, banqueros, vividores, asesinos, funcionarios corruptos y turistas estúpidos: un microcosmos poblado por gentes capaces de lo excelso y lo abyecto.
Pocos van allí a beber. Buscan amistades, contactos, soluciones desesperadas a sus problemas. El lugar es también un mercado privado: quienes desean salir de la ciudad venden allí sus pertenencias para conseguir salvoconductos.
Bogart e Ingrid Bergman reanudan una historia de amor. Pero el desenlace será triste: realidad que se impone, renuncia, sacrificio y, al final, sólo recuerdos de un pasado mejor.
Aunque la película creó un verdadero mito universal sobre esta población marroquí, se rodó íntegramente en los estudios de la Warner Bros. Hoy, sin embargo, existe en Casablanca un establecimiento con este nombre en uno de los principales hoteles.