Un internado al que los niños quieren ir
La serie de aventuras fílmicas de Harry Potter (basada en las novelas infantiles de la escritora J.K. Rowling), nos da acceso a un diferente tipo de vivienda: un colegio para magos adolescentes, lleno de misterio y de lugares inexplorados, en la tradición de aquellas instituciones británicas que marcaban la diferencia en la educación.
Emplazamiento. Este castillo se encuentra en una apartada región montañosa de Escocia, cerca de una aldea llamada Hogsmeade. Según se cuenta, es de origen céltico. Lo fundaron los magos Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw, allá por el año 993.
Organización. El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, como muchas escuelas angloparlantes, utiliza el sistema de Casas, que divide al cuerpo estudiantil en cuatro grupos, con bandera, himno y carácter propios. Su lema es «Draco dormiens nunquam titillandus» (Nunca hagas cosquillas a un dragón dormido). El escudo presenta a los animales heráldicos de las cuatro casas (un león dorado, una serpiente plateada, un águila de bronce y un tejón negro) sobre los que hay superpuesta una gran hache.
Habitantes. Una pluma mágica escribe los nombres de los niños nacidos con poderes. Once años después se les invita a la única escuela de magia de la Gran Bretaña. Se trata, pues, de un internado de secundaria, donde los alumnos conviven con sus profesores.
Estructura. Es imposible crear un plano de sus niveles y estancias. Ni Albus Dumbledore, el Director, soñaría con pretender conocer todos los secretos de Hogwarts. Pero es un castillo que parece salido de la imaginación de Escher: escaleras que se mueven y llegan a lugares al parecer inaccesibles, un dédalo de pasillos, trampatojos, geometrías imposibles… Un edificio vivo que cambia constantemente. Sus 142 escaleras te llevan a distintos sitios según el día de la semana. Tiene siete plantas, varias torres y quién sabe cuántos sótanos y cámaras secretas.
El exterior. Hogwarts cuenta con extensos terrenos con césped, un lago, un denso bosque, innumerables invernaderos, una lechucería y un gran estadio de quidditch, el deporte mágico por excelencia.
Decoración. Un barroquismo de estilo victoriano, pero con reminiscencias medievales. Pocos espacios vacíos. Profusión de cuadros animados, tapices y colgantes, adornos, gárgolas, cornucopias, candelabros, antorchas. Revestimientos de madera oscura y ventanales góticos con vidrieras. Techos altos y chimeneas con repisas llenas de trofeos y hasta el esqueleto de un dinosaurio como elemento decorativo.
La vida cotidiana. Las comidas se hacen en común, en el Gran Comedor, bajo el cual se emplazan las cocinas, y que hace las veces de sala de reuniones. Hay baños separados para chicos, chicas y profesores, con bañeras del tamaño de una piscina. Los dormitorios, en número de 14, tienen puertas que se abren mediante contraseñas o haciéndoles cosquillas. Junto a ellos hay salas comunes para el ocio, aunque los jóvenes que moran en este lugar nunca tienen ocasión de aburrirse.