Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) es una rara avis de nuestra literatura: concentra iguales dosis de admiración y de indiferencia, y más de medio siglo después de su muerte sigue siendo un célebre desconocido, valga la paradoja. La casualidad ha querido que coincidan en las librerías dos libros destinados a arrojar un poco más de luz sobre «el gran renovador del humor español», como le califican los dos autores de los libros: Víctor Olmos («¡Haz reír, haz reír!», Editorial Renacimiento) y Enrique Gallud Jardiel («Jardiel y la risa inteligente», Editorial Doce Robles). La primera es una biografía prolija en datos y documentación, mientras que la segunda es una semblanza y un estudio de la obra del dramaturgo.
Los dos libros presentan un concepto común: la risa. Y es que ambos autores coinciden en señalar que Jardiel Poncela cambió el humor en el teatro español. «Hasta entonces era costumbrista y sainetero. Y él lo hizo cosmopolita y atemporal. Lo que ocurre es que el humor se valora muy poco en este país, y a los humoristas se les considera por lo general escritores de segunda fila», explica Gallud Jardiel, que además de nieto del dramaturgo es un gran estudioso de su obra. Víctor Olmos, que ha empleado dos años y medio en la elaboraión de su biografía, señala por su parte: «Las comedias de Jardiel fueron muy populares, pero no tuvieron tanto éxito de crítica. Solo dos críticos le apoyaron: Alfredo Marqueríe, en Informaciones primero y después en ABC, y Víctor Ruiz Iriarte, en “La hoja del lunes”. Pero el resto de la crítica le consideraba muy superficial y no vieron el avance que suponía su obra. Pero su obra es vanguardista cien por cien y su humor completamente nuevo y renovador».
Enrique Jardiel Poncela fue un personaje que hoy sería calificado como políticamente incorrecto. «Política, social y moralmente incorrecto. Y machista», amplía Olmos. «Siempre fue un individualista y tuvo opiniones eclécticas», añade Gallud. Jardiel tuvo una educación progresista: estudió en la Institución Libre de Enseñanza y en el Liceo francés, y además su padre era de los fundadores del PSOE y su madre, pintora, combatió por los derechos de la mujer. Sin embargo, a Jardiel se le ha arrinconado, entre otras razones, por motivos políticos. «Durante la II República, fue considerado un ultraconservador -explica Olmos-; pero él escribió: “Yo no me sentía hombre de derechas, ni fascista ni tradicionalista ni falangista. Yo me sentía, únicamente, anti-izquierdista de las izquierdas españolas“. Yo no creo que fuera una cuestión política, sino más bien intelectual. Jardiel era intelectualmente clasista, y en este aspecto se sentía superior». Gallud está de acuerdo en que el arrinconamiento -«injusto»- tiene causas políticas. Pero a pesar de que muchos le consideran un escritor cercano al régimen franquista, la verdad es, y en esto coinciden los dos biógrafos, que fue durante aquellos años objeto constante de censura. «Se puede decir que se le persiguió literariamente -asegura Gallud-, e incluso cuando murió no se le quería enterrar en sagrado. Á Jardiel le gustaba más escribir novelas que teatro, aunque dejó de hacerlo porque estuvieron prohibidas y no se pudieron publicar hasta 1960». Y completa Olmos. «El régimen de Franco no se portó bien con él. La censura utilizó el lápiz rojo en muchos diálogos de sus comedias, y prohibió algunas, como “Madre, el drama padre”. Hubo una doble censura, la política y la moral; se le consideraba un escritor libidinoso y blasfemo».
Autor y protagonista
Asegura Víctor Olmos que Jardiel dejó en sus obras muchas pistas sobre su propio personaje. «Un biógrafo de Jardiel tiene una gran ayuda en él mismo. Contó sus idas y venidas en numerosos textos, y Jardiel es su teatro. Toda su obra es biográfica. No solo es el autor, sino el protagonista. Todos los personajes masculinos de sus comedias y sus novelas son Jardiel Poncela… Tienen su edad en el momento de escribirla, se comportan igual que él… Y las mujeres tienen los rasgos de las que fueron sus amantes. Tuvo treinta y cuatro. No podía vivir sin ellas, pero al mismo tiempo las atacaba sin compasión».
Jardiel Poncela, recuerdan los dos autores, murió en la miseria. «Dilapidó el dinero entre otras cosas en el juego. Pero cualquier país hubiera mantenido a un escritor de su talla, y sin embargo a su entierro, en 1952, no asistió ni un solo ministro», dice Olmos. «La SGAE, que ahora le rinde homenaje, le persiguió por unas deudas que tenia con ella, y hasta le embargó el coche -añade Gallud-. Y se le reconoce más en Estados Unidos o Latinoamérica que aquí.