Es difícil catalogar la obra de Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958), nieto del famoso escritor Enrique Jardiel Poncela: un intelectual que rebosa conocimiento y singularidad (copio exacta la entrada de Wikipedia sobre él: Doctor en Filología Hispánica por las universidades Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi y Complutense de Madrid. Ha enseñado en universidades de España y del extranjero y publicado más de cincuenta libros sobre diversos temas. Es autor de numerosos artículos, imparte conferencias de forma regular y ha colaborado en diversos programas de televisión y radio), y pese a todo eso, ha optado por el camino del humor. Como decía, es complicado porque la lista de su bibliografía es heterogénea y compleja, y sin embargo, solo basta leer alguna línea de su obra, ya sea la más reciente y prometedora Español para andar por casa (editorial Espuela de plata) o Historia estúpida de la literatura, para reconocer inmediatamente de quién estamos hablando.
En esta oportunidad me toca escribir sobre, justamente, su última obra, Español para andar por casa, otro libro singular, donde Gallud Jardiel lleva el español hasta el extremo y en ese viaje uno puede morirse literalmente de risa. Para gente como Gallud Jardiel la dicha aún tiene sentido y comienza y termina en las letras. De modo que, como se imaginarán, llamar «trabajo» a esto de analizar críticamente un libro que te ha dejado agotado y has tenido que parar más de una vez porque las lágrimas no te permiten ver el ordenador, es un acto condenadamente injusto. O visto en perspectiva: es cruel acaso porque más tarde tocará lavarse la cara con el ladrillo de algún adolescente trasnochado donde todo huele a una rara mezcla de Crepúsculo con Verano azul.
Si por mí fuera (y todo el mundo sabe que soy un irresponsable) Español para andar por casa debería entregarse gratis (como los pitos en el Camp Nou) sobre todo a las señoras que hacen siesta por la tarde con el fondo de Sálvame en la televisión y aún esperan la última ristra de María Dueñas solo porque sospechan que la literatura, la buena, siempre es aburrida. Si esta fuera una cuestión de Estado (digo, la cultura) Enrique Gallud Jardiel debería ser ministro y sus discursos, arrancados de las páginas de Español para andar por casa, trasmitidos por cadena nacional, lo cual daría como resultado la mayor regeneración democrática de la historia.
Son tantos y tan variados los temas de Español para andar por casa que un servidor necesitaría más capacidad para subir este post, pero es imposible no mencionar los capítulos destinados al panorama de idiotismos, la fábrica del idioma, por qué odiamos la gramática o consejos útiles para escribir sin tener ni idea de cómo hacerlo (magistral). O como dice en la sinopsis (que para eso están): «Lo que queda tras tal destrozo [de la lengua] es algo así como un irreverente contramanual de estilo. Confiamos, probo lector, en que Español para andar por casa te será útil para luchar contra ese dragón de la canallería lingüística que ha nacido del huevo del postmodernismo».
Y de postre, te pasas por la caseta de la Feria del Libro de Madrid donde Enrique Gallud Jardiel podrá mirarte a la cara antes de firmarte un libro (aunque no sea uno suyo).