Enrique Gallud Jardiel, además de un brillantísimo escritor, de un agente de la Inteligencia Española (agente: señor; Inteligencia Española: algo absurdo y poco frecuente) y de un afamado alpinista (célebre es ya su ascensión al Everest y aún más célebre la amistad que trabó con el Abominable Hombre de las Nieves, al que Enrique llamaba cariñosamente Abo), es, sin lugar a dudas, un filántropo. Sí, sí, señoras y señores. Enrique Gallud Jardiel es un filántropo. Prueba de ello, su libro El arte de hacer de todo. Mientras los más renombrados escritores se dedican a no escribir para poder conservar así su renombre, y los que no tienen renombre alguno se dedican a las series intragables de relatos para adolescentes en un intento de lograr si no el éxito literario, sí el económico, Enrique nos regala este tratado de imprescindible compra y conveniente lectura, donde nos ilustra sobre todas esas cosas que siempre hemos querido hacer, pero que nunca hemos sabido cómo.
El arte de hacer de todo, como cualquier cosa que hace Enrique, es inteligente y muy graciosa, pero, en esta ocasión, es algo más. ¡Éste es un libro que ahonda en las claves más fundamentales del saber! ¡Este libro es el compañero necesario de cualquier ser humano! ¡Este libro puede salvarle la vida! ¿Dónde si no vamos a encontrar un Cursillo apresurado de compra de sofás o el tan necesario y siempre descuidado por los demás escritores Elogio de la mugre? Uno de mis pasajes favoritos de este libro, que se ha convertido en mi libro de cabecera – ya he dicho que puede salvarle la vida al lector, y yo quiero que me salve la vida, claro está – es Sugerencias para salvar a los bancos. En esta época donde todos odiamos a los bancos y preferimos las sillas, Enrique, con su habitual sensibilidad, se ha dado cuenta de hasta qué punto viven desamparadas esas instituciones dedicadas a la usura y que tantos problemas económicos soportan. Yo antes de leer el libro de Enrique odiaba a los banqueros, ahora, los compadezco. Otro capítulo de gran importancia para mí ha sido Utilidades del sexo, pues en general me servía del sexo, como la gran mayoría de las personas, únicamente para una cosa: conocer gente. Y ahora, gracias a Enrique he descubierto que el sexo sirve para muchísimas más cosas, como, por ejemplo, mitigar la depresión o fortalecer la memoria. Yo entiendo que el sexo en general no apetece y que, en muchas ocasiones, practicarlo es más que nada un sacrificio, pero aconsejo seguir las directrices de Enrique y, por el bien de la salud propia, sacrificarse y practicar todo el sexo que le sea posible a uno. Todo por la salud. ¿Y qué decir de las soluciones brillantísimas que aporta el autor a problemas vitales de la Humanidad? ¿Qué decir, eh? ¿Qué se puede decir de un libro que propone solucionar los problemas demográficos prescindiendo de las montañas o que cifra la paz mundial en caminar todos los días 37 kilómetros diarios? Pues nada. No se puede decir nada, porque ya lo ha dicho todo el autor.
De todo esto que he dicho se desprende que el libro de Enrique Gallud Jardiel es utilísimo, además de necesario y de una generosidad que no parece española, y que todo aquél que no corra en este mismo momento a hacerse con un ejemplar malgasta su vida y la de su familia. Si no me hacen caso a mí, háganselo a Enrique: su vida será mejor y la de él también… por las ventas del libro. Un libro cómico e inteligente, escrito por un señor con barba. ¿Qué más se puede pedir?