Hoy sí que sí. Voy a darme una alegría −ya iba siendo hora de que alguien hablase bien de Dragó en este feudo de su propiedad−, y que se chinchen los feos.
Anuncié el otro día, al elogiar la atinada y divertida Historia estúpida de la literatura de Enrique Gallud Jardiel, que hoy reproduciría aquí, a mayor gloria de quien suscribe, lo que el autor de ese libro colgó en su blog (humoradas.blogspot.com) hace ya algún tiempo, mucho antes de que yo incluyera aquí el pindárico epinicio al que acabo de referirme. No cabe, por lo tanto, atribuir a pago por mis servicios la loa que me dedica…
“VAMOS HABLAR BIEN DE ALGUIEN, AUNQUE SÓLO SEA POR UNA VEZ.
“Para que no digan que sólo empleo los bits que Blogger gentilmente me cede (a cambio de no sé muy bien qué) en meterme a placer con gentes diversas, en decir que “Azorín” me aburre, que Cervantes no tiene gracia, que a Aleixandre no se le entiende, que Pérez-Reverte fusila a folletinistas, etc., es justo y necesario también que hable bien de alguien de vez en cuando.
“Y si hay un escritor español actual que se ha ganado mi admiración es, sin duda, Fernando Sánchez Dragó. Y conste que no lo digo porque es amiguete mío desde hace años, sino por un merecimiento objetivo, considerando mis parámetros de juicio y cómo va el mundo.
“Para empezar, tendrán todos que reconocer que es -entre aquellos de los que tenemos noticia, no hablo de sabios ignotos residentes en cuevas perdidas- quien más sabe de literatura en nuestro país, con diferencia, cosa que demuestra una y otra vez ante las trasnochadoras audiencias a las que las cadenas le permiten asomarse.
“Esta afirmación mía, que de seguro no podrán refutarme, le haría merecedor -en cualquier país amante de sus hijos preclaros- a estatua en paseo público, nombre en calle céntrica, pensión vitalicia, corona de laurel o tomillo (a elegir), etc. Como me consta que nuestro país y sus gobernantes le han propinado, en uno u otro momento, bofetadas desde todos los ángulos, tomo esto como una queja más que añadir a nuestro trasnochado afán de españolismo.
“Entrando ya en sus méritos literarios, es de destacar que realizó algo dificilísimo: consiguió alcanzar la fama con un libro cuyo título es totalmente impronunciable: Gárgoris y Habidis (o Hábidis, ¡vaya usted a saber!).
“Estilísticamente consigue, como pocos, esa famosa “calidad de página” de la que en su día hablara Julián Marías, y que no se encuentra ni buscando con candil.
“Tiene escritas novelas magníficas. Y también tiene novelas magníficas que no ha escrito aún, pero que escribirá de seguro cualquier día de éstos. Lo afirmo por la confianza que me inspira su capacidad.
“Además, está el impagable libro El sendero de la mano izquierda, al que podríamos definir como el Avecrem de Dragó: la substancia condensada de su aprendizaje de años, consejos sabios para la vida, reflexiones que al leerlas las consideramos de inmediato como nuestras, como verdades olvidadas que volvieran a nosotros por los oscuros y pedregosos caminos del recuerdo (¡Huy, qué cursi me ha quedado este final!).
“Para los que estén en el ajo, advertiré que Dragó se considera una encarnación de Guillermo Brown (y Pelirrojo, Enrique y Douglas, en una pieza, añadiría yo). Un gran purgante para intranquilizar a todos los Huberto Lane del planeta.
“Y siguiendo con este palmarés hay que mencionar su generosidad: si le invitas a que hable una hora, habla dos. Y lo hace, además, con inusitada rapidez, con lo cual podríamos decir que tienes tres o cuatro conferencias por el precio de una. O sea, que Dragó es rentable. Usando la jerga mercantilista que nos invade, te devuelve el valor de tu dinero.
“Más.
“Dragó es persona. Si le llamas por teléfono, se pone, habla contigo y se enrolla y te cuenta algo o bien te manda a freír espárragos con toda naturalidad, depende de cómo vaya la conversación. ¿Qué quiero decir con esto? Que, pese a su imagen, es totalmente accesible. Es un ser humano que dialoga contigo seas quien seas. (Si a alguno no le parece esto suficiente mérito en una persona de fama, que intente llamar a Gala, a Pérez-Reverte, a la Etxebarría o a uno de esos, a ver si consigue que se ponga al teléfono, o si le sale alguien diciendo que ¿quién es usted?, no le puedo pasar, ¿qué asunto quería tratar con el escritor? y ¿le puedo ayudar yo?).
“Efectivamente: como habrás podido observar, querido lector, yo admiro a Dragó. Como también admiro a Fernando Savater, a Eduardo Mendoza y a… (esperen que lo piense) y a… (así, a bote pronto, no se me ocurren más nombres) y a… (me parece que en nuestras letras patrias actuales no admiro a nadie más).”
(publicado en humoradas.blogspot.com)
Gallud Jardiel tiene, como siempre, razón. Ya decía Terenci Moix, mediocre escritor y bonísima persona, que la modestia es una horterada. ¡Viva Guillermo Brown y sus Proscritos! ¡Abajo los umbertolanitas! ¡Viva mi dueño! ¡Viva yo! ¡Viva Enrique! ¡Los putrefactos no pasarán!