Jardiel Poncela era casi un mito familiar, mi madre lo citaba en muchas ocasiones y al hacerse socia hace ya muchos años, del Círculo de Lectores, me compró un ejemplar inolvidable, el Libro del Convaleciente, del cual todavía me vienen a la memoria fragmentos que me hacen reir sola de vez en cuando. Claro que uno puede ser muy brillante y tener nietos sosos pero no es en absoluto el caso. Aunque algunos pasajes me han hecho recordar a su ilustre abuelo, el humor de Enrique Gallud Poncela tiene originalidad propia y nos ofrece en esta especie de manual literario un paseo por la cultura desde un punto de vista irónico, con ese humor inteligente y amable que en nuestro tiempos presente echo en falta a menudo, tanto en castellano como en catalán, ya que en mi lengua habíamos tenido grandes personajes con su lado humorístico siempre a flor de piel, como en el caso de Rusiñol o Pitarra o de los autores menos conocidos de la Editorial Millà con cosas como aquella perla del lloro, el moro i el mico i el senyor de Puerto Rico.
Hoy la gente, en general, se lo toma todo demasiado en serio y cuando se hace humor suele ser un humor barato y de poca monta, facilón, como por ejemplo reirse de los políticos de forma poco sutil, directa y llegando fácilmente a la astracanada. Claro que el humor es muy personal y a veces hay gente que me dice que le hacen gracia cosas de la tele que a mi no me hacen ninguna. El humor ha de ser breve y la televisión quema a los humoristas por un exceso de repetición de fórmulas, pasaba ayer y pasa hoy. Ya mi abuelito decía a menudo que era más fácil hacer llorar en el teatro que hacer reir. Un chiste repetido o mal explicado tiene poca gracia. El chiste debe tener algo de suspense, claro. Y las cosas aparentemente más serias tienen siempre un lado cómico tal y como podemos constatar en este libro.
Enrique Gallud Jardiel se pasea de forma brillante a la vez que humorística por la literatura clásica y moderna porque la conoce muy a fondo y eso se nota. También ironiza sobre zarzuelas, canciones melódicas, villancicos y todo aquello que tenga un texto analizable, o sea, entra a fondo en la cultura seria pero también en la cultura popular y en nuestro imaginario sentimental. Bromea, por ejemplo, con eso de la poesía japonesa, ya que parece que la moda del haiku ha llegado a los rincones más ignotos de la poética elitista. También se ríe -o sonríe- de la poesía moderna, esa que consigue textos etéreos combinando palabras diversas, de la misma manera que se confeccionaban discursos políticos con una especie de fórmula divertida que corría por internet y que consistía en estructurar un rollazo con apariencia de cosa seria a base de relacionar palabras al azar.
No sé si a todo el mundo le divertirá este libro como me ha divertido a mi, yo creo que sí, es una opinión subjetiva y personal. En muchos de los textos que se incluyen en el libro hay una perceptible crítica hacia el elitismo académico, la fanfarronería verbal o la intelectualidad que se alimenta de verborrea vacía, algo que también sucede en el campo de las artes plásticas, la gastronomía, la moda o lo que sea. Me ha recordado incluso programas de radio humorísticos de otros tiempos, en concreto uno en el que se juzgaba la letra de alguna canción de moda. Hoy sería más complicado ya que se canta mucho en inglés, claro. También he encontrado en el libro ecos de aquella gran revista inclasificable que fue La Codorniz y de unos tiempos en los cuales se trampeaba la censura con un humor surrealista però al alcance de todos los españoles. Hoy no hay censura en apariencia pero la corrección política y la trascendencia abusiva también cuentan, por eso es tan necesario recuperar el humor, el buen humor. No se lo pierdan.