La vaca, símbolo indio

La vaca, símbolo indio

A la vaca, en la India se la representa siempre de color blanco. En su cuerpo suelen dibujarse imágenes de los dioses, como integrados en el cuerpo de la Naturaleza, pues se cree que en cada uno de sus miembros reside una deidad específica. En ocasiones aparece alada y con tres rabos.

Simboliza la Madre Tierra, la Naturaleza y, por extensión, la fertilidad y la abundancia, como un aspecto benigno de la Gran Diosa. Como proveedora de leche se la considera como una madre.

Recibe varios nombres, según sus conexiones con distintas deidades. El más importante es Kâmadhenu («otorgadora de deseos»), la vaca de la abundancia, tomada como representación de Lakshmî, diosa de la prosperidad. Este animal tenía el poder de conceder todos los deseos. Es, pues, sagrada por su generosidad hacia los humanos, como proveedora incansable, pues puede producir cantidades infinitas de leche y es la nodriza de todos los seres vivientes. Kâmadhenu surgió del batimiento del océano primigenio. Además, representa en sí a todas las especies animales.

Según la leyenda, tras el surgimiento del hombre, sus tejidos corporales comenzaron a desgastarse. Entonces el dios Brahmâ, para beneficio de la humanidad, se transformó en una vaca y dio a los hombres el néctar en forma de leche. Por ello se considera a la vaca como padre y madre, el ganado vacuno en general es respetado en la India y el asesinato de una vaca se considera un gravísimo pecado. Consecuentemente, el proteger a las vacas tiene implícito gran mérito religioso y social.

Otro aspecto de la vaca sagrada es el de Prishni («nube de lluvia»), epíteto de la diosa Rudranî, consorte de Rudra (la forma primitiva de Shiva). Se la considera la diosa de la lluvia, en su aspecto benéfico. Es la madre de los rudra o formas del dios Shiva que representan los principios de la naturaleza. Se la representa como una vaca lechera que nutre al mundo.

La divinidad de las vacas es Rohinî, una diosa que, según la tradición, aleja la ictericia y la transfiere al color amarillo. Es nieta del dios Brahmâ y esposa predilecta de Chandra, dios de la luna. Se la conoce como «la roja» y se la identifica con la constelación de Tauro, cuya estrella principal es roja.

Las vacas están también relacionadas con otros dioses, como Krishna, encarnación del dios Vishnu, que es un vaquero y aparece siempre rodeado de estos animales. Uno de los paraísos del hinduismo es el Goloka, voz sánscrita que significa «el mundo de las vacas». Es una adición moderna a los catorce mundos originales.

Este animal fue esencial para todos los pueblos de origen ario, ganaderos antes que agricultores. Desde principios de la era cristiana en la India predominaba la dieta vegetariana para los hindúes que se basaba principalmente en productos lácteos: leche, queso, yogur y mantequilla. Hay que recordar que en la India la leche se considera el alimento más puro y mejor por excelencia. Incluso existen ceremonias de bañar en leche a una deidad como la forma suprema de adoración. Además, las vacas eran las compañeras de trabajo, que ayudaban a los campesinos a roturar la tierra. Al morir, su piel servía para hacer tiendas y ropajes.

La adoración ritual de la vaca se lleva a cabo mediante la ingesta simbólica de los cinco productos que nos ofrece: leche, mantequilla, yogur, orina y estiércol, en los que se basaba la economía india antigua, ya que los tres primeros eran esenciales en la alimentación, la orina se empleaba como desinfectante y el estiércol como combustible.

A estas bestias se las deja en libertad, para que paseen a su gusto, tanto en los pueblos como en las ciudades. Se las suele cuidar con mucho cariño y es frecuente decorarlas y adornarlas. En diversas regiones es costumbre pintar sus cuernos de colores para embellecerlas y distinguirlas. Se considera una acción meritoria alimentar a las vacas, sean propias o ajenas, y es un acto que se suele llevar a cabo con una actitud de reverencia.

En la actualidad, la vaca es el símbolo político de la «Madre India», empleado por diversos partidos.

En cuanto al toro, goza del mismo respeto, aunque su significado es, obviamente, diferente.

Es representación de la fuerza agresiva y sexual. Es el dador de vida por excelencia y al considerarse a un dios como poderoso era lógico asociarle a este animal. Este simbolismo procede del antepasado el toro, el auroch (bos primigenius), que era todavía más fuerte y poderoso.

El toro queda representado mitológicamente en la figura de Nandî («el feliz»), la cabalgadura del dios Shiva. Se le considera hijo del sabio védico Kashyapa y de Kâmadhenu, la sagrada vaca de la abundancia. Simboliza el ascetismo y la rigidez religiosa, así como el concepto de satsanga («verdadera compañía») o asociación con seres espiritualmente elevados y que ayudan al progreso del alma. Su imagen, de un blanco lechoso, se encuentra siempre en la parte exterior de los templos shivaítas, como deidad protectora, y los fieles tocan sus testículos para obtener la fuerza viril y la protección divina. Comparte con el dios muchas características, como la fuerza, la ferocidad y la potencia sexual y es el jefe de los guardias personales del dios, así como de todos los cuadrúpedos.

Se le tiene por el mejor de la multitud de los devotos del dios, el alma del hombre que se postra ante Shiva y siempre está concentrada en él, por lo que su efigie se encuentra en la parte exterior de todos los templos shivaítas. Es la más leal de las deidades protectoras. Como vehículo del dios es una manifestación zoomórfica del mismo.

A Nandî se le considera una personificación del poder que se puede conseguir dominando la fuerza bruta y controlando la pasión. Es, además, el padre de la abundancia, el generador que fertiliza a la naturaleza y produce la prosperidad en los mundos. Sus cuatro patas simbolizan los principios de satya («verdad»), dharma («rectitud»), shânti («paz») y prema («amor»). Sus dos cuernos representan a bhakti («devoción) y a shraddhâ («fe»).

Pero esta forma de trato no la iniciaron los arios. Los pueblos aborígenes de la India ya veneraban al toro desde antiguo, asociándolo al dios Shiva. Su imagen representa las culturas anteriores a los arios, por los que se han encontrado en las excavaciones de Mohenjo Daro y Harappa, en la civilización del Valle del Indo.