Juan Van Halen: Púrpura y ceniza; Andrómeda; Madrid; 1988; 141 págs. (Reseña)
La hábil pluma de Leopoldo de Luis traza en el prólogo de este libro un dibujo preciso e incitante de su contenido, que invita a la lectura y pone al que lo consulta en el estado de ánimo adecuado para la debida apreciación de loque Van Halen le ofrece a continuación. A decir del prologuista, el autor trata de hacer coexistir las opiniones opuestas de Valéry y de Breton sobre la síntesis de la poesía: el primero consideraba que debía ser como una fiesta para el intelecto y el segundo pretendía que fuera lo totalmente otro, la derrota de la razón. Si Van Halen consigue el éxito en este desmesurado intento es una cuestión cuya respuesta implicaría un excesivo subjetivismo. En el libro, el autor se exterioriza y se dirige hacia el mundo que interpreta y que no es sino la simple suma de pequeños mundos históricos, evocados en una sucesión cronológica de momentos de profundo sentir y típicamente representativos del personaje del que cada verso trata en cuestión.
El tema del poemario es, pues, la historia; mejor dicho: trozos de historia, trozos de vidas recuperados por el mar de la palabra poética, en un intento de hacer al que lee copartícipe de las emociones que tales figuras han suscitado en el poeta. En la dedicatoria nos dice el autor que su verso es memoria y homenaje y que en él intenta recuperar la vida de personas egregias en el pasado y ya caídas en el olvido. De ahí el título Púrpura y ceniza, como símbolos exactos de la gloria del ayer y de la inexistencia actual, como elogio a lo que un día fue grande y hoy es tan sólo un recuerdo. En cuanto a la elección de las figuras y los momentos, podría decirse que es una visión histórica cronológico-progresiva de España, en sus momentos tristes y de decadencia, si no fuera por la inclusión al final del volumen de tres logrados poemas dedicados a Rabindranath Tagore, Konstantino Kavafis y Ezra Pound, respectivamente. La idea de estas estampas del pasado, unidas por el halo de la poesía, parece haberse originado tras la lectura del libro de Vicente Aleixandre En un vasto dominio, de similar estructura, que proyecta figuras históricas sobre el tiempo de la vida actual. El poema de Van Halen sobre Aleixandre deja patente la admiración que siente el primero por la obra del sevillano. Berceo, Garcilaso, Quevedo, Goya, Larra son algunos de los otros nombres escogidos como representantes de su tiempo en esta pequeña pero singular crónica poética.
A lo largo del libro hallamos una melancolía continua y un sentimiento depresivo y desesperanzado. El poeta concibe a España de forma altamente pesimista. Así, de Jovellanos nos dice que “…su enfermedad es su país…” (Púrpura y ceniza, p. 29) y, en un verso sobre Goya, nos habla del país a comienzos del siglo XIX, con un enfoque que nos recuerda insistentemente el desolador derrotismo de la tragedia de Antonio Buero Vallejo sobre el pintor, El sueño de la razón:
Fernando está en Madrid y el temor es su nombre.
Otra vez esta España tiznada que agoniza. (Op. cit., p. 27)
En lo que a la estilística se refiere, nos hallamos ante un verso rítmicamente claro, adecuado para la descripción realista. El autor ha hecho intentos esporádicos para conservar la misma medida o utilizar medidas armónicas entre sí, principalmente en las composiciones sobre temas antiguos, para conservar, sin duda, cierto sabor de época.
Juan Van Halen, poeta, ensayista y periodista, ha conseguido con esta obra el Premio Rabindranath Tagore de poesía de 1986 y ha logrado demostrar una vez más lo que ya se ha dicho en innumerables ocasiones: que la memoria del poeta es la conciencia de nuestra cultura.